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viernes, 2 de enero de 2015

Sobre las relaciones entre Educación y Comunicación



Por Daniel Lara Sánchez


“When I think back on all the crap I’ve learn in highschool,
It’s a wonder I can think at all
And though my lack of education hasn’t hurt me none:
I can read the writting on the wall”
Paul Simon, “Kodachrome”, 1973

En el presente ensayo, intentaremos demostrar que dos de las actividades fundamentales de cualquier grupo humano se encuentran en crisis dentro de la sociedad occidental, y particularmente, en México: la educación y la comunicación masiva. Además, trataremos de dejar en claro que ambas actividades son indisolubles y que, en conjunto, pueden ser parte de un posible futuro mejor para esta sociedad si forman parte de la Educación Ambiental.

Un breve repaso sobre lo dicho antes
En un ensayo anterior[1], disertábamos sobre la relación entre los modelos de desarrollo, los medios de comunicación y el medio ambiente. Decíamos ahí que la comunicación, y en especial la comunicación masiva, forma parte del medio ambiente humano como actividad cultural generadora y transmisora de sentidos y significados. También comentábamos que, dentro del modelo neoliberal, los medios de comunicación masiva han jugado un rol reproductor del sistema y, por lo tanto, son expresión de relaciones de poder en las que sus dueños, ligados a otros empresarios y a las autoridades políticas, se han olvidado de usar los medios como formas de transmisión de contenidos que inviten a las audiencias a reflexionar sobre la necesidad del cuidado y respeto por el medio ambiente.
                En estas líneas, tomaremos como base lo anotado en ese escrito para complementarlo con una reflexión acerca del papel que la educación juega en la relación sociedad y ambiente dentro del modelo neoliberal, en el que se ha originado la crisis ambiental global que vivimos en plena posmodernidad.

Para ir entendiéndonos…
La educación, como un subsistema de la relación sociedad/medio ambiente, al igual que todo el modelo de desarrollo neoliberal, está en crisis. Esta afirmación no es nueva y es muy fácil comprobarla. Centrémonos en el caso mexicano por ser el que tenemos más a la mano: no sólo los indicadores oficiales (bastante cuestionables, por cierto, como la prueba ENLACE y demás pseudo invenciones de nuestras autoridades educativas) nos muestran el estado de deterioro en el que se encuentra la educación en nuestro país en todos sus niveles (desde preescolar hasta posgrado)[2], sino que, quienes nos dedicamos a la docencia, nos damos cuenta de ello cada día, en cada escuela, en cada clase: alumnos desmotivados, desorientados, sin los conocimientos mínimos necesarios para desenvolverse ya no sólo en el ámbito escolar, sino en general en su vida cotidiana, quienes muchas veces acuden a la escuela más por costumbre y socialización que por querer aprender algo. Maestros que ven a la docencia no como un compromiso personal y social, sino como la forma más a la mano para ganarse la vida… como un trabajo más que cualquiera podría hacer, o como un refugio para el desempleo. Autoridades educativas que no entienden a la educación como un proceso creativo sino como una actividad mecánica y administrativa. Secretarios de educación y sindicalistas que tienen en la educación el peldaño para subir puestos políticos[3].
                La educación, ciertamente, no sólo se encuentra en la escuela. Como es bien sabido, la educación comienza en el hogar y continúa en todas las áreas de convivencia del individuo: la calle, el grupo de amigos, la iglesia, el barrio, las relaciones sentimentales… sin embargo, en el presente texto, nos referiremos especialmente a la educación formal, es decir, a aquella que se encuentra determinada por un currículum educativo, en otras palabras, la que se imparte en las escuelas, entendidas éstas como instituciones establecidas y reconocidas oficialmente por las autoridades educativas y que cuentan con ciertas reglas y recursos para su funcionamiento, además de otorgar, a quienes acuden a ellas como alumnos o educandos, certificados con validez oficial que reconocen sus estudios.
                En ese sentido, nos ceñiremos a una concepción de educación que, dada la orientación del presente escrito, nos parece más adecuada para comprender teórica y prácticamente al proceso educativo que se lleva a cabo dentro de las escuelas y que proviene de la pedagogía crítica, específicamente del pedagogo brasileño Paulo Freire: “La educación es comunicación, es diálogo, en la medida en que no es una transferencia de saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores que, juntos, buscan la significación de los significados”[4]. Para la pedagogía crítica, en el proceso educativo, no sólo el educador es quien educa, sino que los educandos también le enseñan y educan a él (o ella), estableciéndose así un proceso dialéctico y un proceso de comunicación bidireccional.
                Si entendemos a la comunicación como ese proceso de poner en común algo (información, sentimientos, ideas, opiniones, contenidos educativos, etcétera) con otros (de acuerdo con las raíces etimológicas de la palabra), nos daremos cuenta que la definición freiriana es la que mejor explica las relaciones entre educación y comunicación, materia esencial de este ensayo. Además, es un concepto que resalta por su humanismo, su búsqueda de entendimiento en el proceso educativo, su idea de la educación como un intento de poner en común: de comunión.
                Una vez que hemos establecido que nuestra disertación estará orientada por la visión de la pedagogía crítica, es pertinente revisar, brevemente, las maneras en que la educación, como concepto y práctica, ha sido entendida desde hace varios años y desde dos diferentes posturas básicas.

Del rincón de los burros a la visión alternativa
Muchos de nosotros seguramente recordamos que hace apenas unos 30 años, cuando cursábamos la escuela primaria o secundaria (depende de la edad de cada uno), varios de nuestros maestros aplicaban a pie juntillas aquella frase de “la letra con sangre entra”. Los niños de entonces (o al menos los menos estudiosos o peor portados) sufrían castigos casi inquisitoriales, como el jalón de patillas, el borradorazo en la cabeza o los nudillos, los gritos, los calificativos peyorativos, el permanecer de pie durante toda la clase en el rincón del salón o diferentes estrategias creativas de tortura física y psicológica[5]. Hoy en día, en ciertas universidades mexicanas, todavía podemos ver (y usar), en los salones, la famosa tarima en la que el profesor se sube para dar su cátedra y así denotar su mayor valía y posición ante los alumnos. En otras, aún se encuentran las sillas de los alumnos atornilladas al piso para que ellos no puedan verse las caras ni interactuar mucho entre ellos.
                Nada de esto es gratuito. Cada una de estas acciones, pasadas o presentes (y por supuesto, futuras) implica una concepción del acto educativo formal y una forma de entender el papel del educador y los educandos y las relaciones entre ellos. Esto se debe a que la manera de entender y vivir la educación se adapta, como cualquier manifestación de la vida humana, a su contexto histórico.
                En su excelente libro La cuestión escolar, citado en un pie de página anterior, Jesús Palacios realiza un recorrido histórico sobre las maneras en que la educación ha sido comprendida desde tiempos de Rousseau hasta casi la actualidad. Sin embargo, de manera general y de acuerdo a lo revisado en el Seminario Educación y Sociedad, en el segundo semestre de la Maestría en Educación Ambiental de la UPN 095, materia impartida por el maestro Rafael Tonatiuh Ramírez, podemos englobar las concepciones teóricas sobre la educación en dos grandes posturas: la que entiende/ve/aplica al acto educativo como una forma ideal y necesaria de reproducir el sistema económico/político/social imperante (aquí se ubican, por ejemplo, el enfoque estructural-funcionalista, el enfoque institucionalista y/o la teoría de la reproducción) y la que busca una educación libertaria, revolucionaria y alternativa a las formas tradicionalistas y plegadas a las relaciones de poder vigentes (desde la concepción marxista, la sociología crítica, la Escuela de Frankfurt y hacia adelante, llegando a la visión de la Pedagogía Crítica, especialmente su rama latinoamericana representada, sobre todo, por Paulo Freire). Es en esta última tradición de pensamiento en la que ubicamos, como ya lo establecimos más arriba, nuestra propia reflexión y la que guiará las siguientes partes de nuestro texto.
                A continuación, intentaremos plasmar una visión crítica de la educación en general en nuestro país basados en los principios teóricos de la pedagogía crítica y haremos una analogía con los medios de comunicación masiva en México para terminar con una reflexión sobre si la Educación Ambiental puede englobar ambas actividades en una propuesta alternativa.

Caminito de la escuela… “bancaria”
Para la pedagogía crítica, la escuela como institución es una empresa resueltamente política y cultural que representa una preparación y una legitimación de formas particulares de vida social. Está siempre implicada en las relaciones de poder, las prácticas sociales y reproduce la desigualdad, el racismo, el sexismo y los estereotipos presentes en los colectivos sociales, fragmentando las relaciones democráticas y enfatizando la competencia y el etnocentrismo/egocentrismo[6]. Esto es cierto en el caso del sistema educativo mexicano, diseñado para la reproducción del sistema político/cultural/económico vigente, de acuerdo con la clase política que tenga el poder: sólo es cuestión de hacer una revisión de contenidos de, por ejemplo, los libros de texto gratuitos (editados y distribuidos por el Estado) durante los gobiernos priístas y los panistas y nos daremos cuenta de la parcialidad y el sesgo ideológico de sus mensajes. Lo mismo sucede con los grandes medios de comunicación masiva: plegados al aparato político imperante, emiten mensajes en concordancia con los intereses de los grupos que tienen el poder. El caso de las televisoras es, quizá, el más sintomático. Esto se verá con más claridad durante el proceso electoral del 2012.
                ¿Qué sucede entonces? Que el grueso de la población mexicana recibe educación tanto formal (en la escuela) como informal (en los medios) que está alejada de sus intereses y preocupaciones y, en cambio, está íntimamente ligada a las relaciones de dominación que sólo benefician a los más poderosos. Por todo esto, es importante que, cuando se analice/estudie a la escuela y a los medios de comunicación como instituciones, se tome en cuenta el contexto histórico social de ambos. También por esto, la educación y la comunicación masiva deben ser entendidos como actos, en esencia, políticos.
                A esta educación (o mejor dicho, escolarización) que refleja y reproduce los intereses de sólo unos cuantos, Paulo Freire le llama “educación bancaria”, toda vez que, en ella, el educador y el sistema educativo están más preocupados por “depositar” en el educando ciertos conocimientos que después tendrán “ganancias” de diversos tipos (económica, política, de posición social, etcétera) no sólo para el egresado de las instituciones escolares, sino, sobre todo, para el sistema político social dominante. Por ello, no se puede afirmar que el conocimiento compartido en las escuelas (y en los medios, por supuesto) sea neutro. Al contrario: siempre es ideológico[7].
                Esta educación bancaria no toma en cuenta que los seres humanos somos complejos y estamos insertos en redes sociales de diversa índole en contextos sociohistóricos específicos que nos dan sentido e identidad. No todos aprendemos igual ni pensamos igual, por más que este tipo de educación y los medios de comunicación intenten uniformizar a la población en intereses y pensamientos. Por esto, tampoco puede afirmarse que la educación bancaria o los mensajes ideológicos de los medios “manipulen” a los educandos y/o a las audiencias: siempre habrá mecanismos cognitivos de negociación de significados que determinarán qué se acepta y qué se rechaza en ambos campos. Con todo, en la sociedad mexicana, la cantidad de información emitida por la escuela y los medios como instituciones ideológicas siempre ha sido abrumadora.
Esta realidad de la escuela “bancaria” y de los medios de comunicación sesgados en México es resultado, principalmente, del modelo neoliberal, en donde el fin justifica los medios, en el que sólo importa la posición personal y las ganancias económicas a ultranza y sin límite que los poderosos buscan, en donde las autoridades educativas (llámese el Secretario de Educación o la lideresa del Sindicato de Maestros) están más interesadas en ocupar puestos políticos que en el nivel educativo de la población[8]. ¿Qué se puede hacer entonces? “El desafío para los maestros es reconocer e intentar transformar esos rasgos antidemocráticos y opresivos del control hegemónico que frecuentemente estructuran la existencia diaria de las aulas de modos no transparentes”[9]. Nosotros añadiríamos que, de igual manera, el desafío de un comunicólogo crítico es analizar los contenidos ideológicos de los medios para intentar transformarlos desde su profesión o, al menos, enseñar a las audiencias a distinguirlos y rechazarlos. 

La otra cara de la moneda
Del lado opuesto de la educación bancaria, la pedagogía crítica propone una educación libertaria/revolucionaria/alternativa/emancipadora que enseñe a las personas a entender y analizar su realidad para intentar transformarla. Por lo tanto, el acto educativo es comprendido como algo creativo, interactivo, enriquecedor y dialéctico: “Educar no es consumir ideas, sino crearlas y recrearlas”[10].
                De igual manera, puede afirmarse que el acto comunicativo, en el caso de la comunicación masiva, no sólo sirve para mantener cierto status quo, sino que también puede convertirse en una práctica liberadora y esperanzadora. Entonces, tanto las aulas como los medios de comunicación masiva pueden transformarse en espacios de educación orientada a la transformación de la realidad social. En el caso de la comunicación, ya desde los años 70 y 80 del siglo pasado, en Latinoamérica, se buscó una opción diferente a la de los grandes medios ligados al  poder, una opción que en su momento se llamó “Comunicación Alternativa”[11] y a la que podría regresarse, enriqueciéndola con la variable de la educación.
                En ese tenor, podemos observar cómo la pedagogía crítica y la comunicación alternativa tienen puntos en común que las ligan en su búsqueda de transformación de la realidad: ambas tienen gran arraigo en Latinoamérica, continente que por muchos siglos ha sido víctima de invasiones, saqueos, pobreza, injusticias sociales y pésimos gobiernos; ambas tienen una opción preferencial por las clases sociales más desprotegidas; ambas analizan a la realidad desde su contexto histórico y desde posturas críticas; ambas creen en los educandos/audiencias y buscan procesos dialécticos de educación/comunicación.
                Ahora, veamos a cada propuesta por separado: la pedagogía crítica propone que la escuela se transforme en un espacio donde los educandos tengan conciencia crítica e ideas para transformar el mundo; busca que los seres humanos no estén simplemente en el mundo, sino con el mundo y con los otros seres humanos; entiende a la educación liberadora como una praxis que implique la acción y reflexión de los hombres (y mujeres, añadimos nosotros); sabe que la educación tiene que ser problematizadora para comprender mejor la realidad; busca superar la contradicción educador-educandos; piensa en el acto educativo como un acto cognoscente, pero sobre todo, dialógico (es decir, el educador ya no es el único que educa, sino que es educado a través del diálogo con los educandos); busca la emersión de las conciencias y la inserción crítica de los individuos en la realidad; cree firmemente que la educación es un esfuerzo permanente a través del cual los seres humanos van percibiendo cómo están siendo en el mundo[12].
                Por su parte, la propuesta de comunicación alternativa postula que las audiencias de los medios de comunicación masiva pueden y deben construir sus propios medios, más cercanos a sus necesidades e intereses que a las relaciones de poder; estos medios deben ser distribuidos por canales distintos a los de los medios tradicionales; sus mensajes no deben ser ideológicos sino de búsqueda de justicia social e igualdad; deben ser medios de propiedad colectiva en los que las audiencias tengan la posibilidad de intervenir en la creación de los contenidos; deben emitir mensajes que ayudan a concientizar a los individuos sobre la realidad social y les animen a transformarla en búsqueda del beneficio colectivo; sus formatos deben ser creativos y adecuados a los tipos de público que los consuman[13].
                Con base en estas dos perspectivas, podemos afirmar que, en el caso de los sistemas educativos latinoamericanos[14], pero en especial en México, la educación en general se encuentra en crisis, lo mismo que la comunicación masiva. Pero también que existen alternativas que pueden proponerse para superar esta situación. Y, sobre todo, que tanto la educación como la comunicación son actividades íntimamente ligadas. En palabras de Freire: “[el educador bancario] No puede percibir que la vida humana sólo tiene sentido en la comunicación, ni que el educador sólo gana autenticidad en la autenticidad del pensar de los educandos, mediatizados ambos por la realidad y, por ende, en la intercomunicación”[15], o mejor aún: “la educación problematizadora, respondiendo a la esencia del ser que es la conciencia, que es su intencionalidad, niega los comunicados y da existencia a la comunicación”[16].
                En estas dos referencias, Freire nos aclara la intrínseca e indisoluble relación entre la comunicación y la educación: no puede haber acto educativo sin acto comunicativo; y la comunicación masiva, en esencia, debería tener a la educación de sus audiencias como una de sus premisas fundamentales (de hecho, al menos en México, por ley, los medios deberían educar, cosa que casi nunca hacen, como no sean contenidos insulsos, huecos e ideológicos, pero para nosotros, eso no es educación).
                Un maestro comprometido con su realidad, con su comunidad, con su mundo y por supuesto, con sus educandos, es en esencia un comunicador. Y un comunicador que se compromete de manera crítica con su contexto histórico, su sociedad y su ambiente, preocupado por las necesidades de sus audiencias, es un educador, en el mejor sentido de la palabra.
                ¿Cómo lograr que esa unión entre la educación y la comunicación masiva se cristalice, en el caso de nuestras sociedades modernas, en proyectos de generación de contenidos educativos/comunicativos para la construcción de un mundo mejor? La respuesta, para nosotros, está en la Educación Ambiental.

Y entra en escena… la Educación Ambiental
Coincidimos con Rafael Tonatiuh Ramírez en su definición de Educación Ambiental: “…es un proceso infinito de recuperación y construcción de saberes, sobre todo educativos, en estrecha relación con la producción, la sociedad y la naturaleza. Es un instrumento de tránsito hacia el desarrollo sustentable”[17].
                La definición anterior nos aclara por dónde va el camino de la Educación Ambiental y su relación con, obviamente, la educación, pero también la comunicación: esa recuperación y construcción de saberes que menciona el maestro Ramírez no podría existir sin la acción comunicativa; tales saberes, aclara al autor, son sobre todo educativos, pero por supuesto que en ellos pueden caber saberes comunicativos: tipos de lenguajes, por ejemplo (el cinematográfico, por decir algo), para la construcción de mensajes masivos, códigos y maneras/medios de comunicarlos; las variables sociedad y naturaleza son, por supuesto, indispensables en la Educación Ambiental y también tienen que ver con el acto educativo/comunicativo porque ambas actividades, la educación y la comunicación, como ya lo hemos mencionado varias veces, son parte del medio ambiente humano, conformado precisamente por la sociedad y la naturaleza; y, en búsqueda de el desarrollo sustentable, también la comunicación puede jugar un papel importante… si es practicada, sobre todo por los medios, de manera seria y responsable.
                En otras palabras, la Educación Ambiental puede conjugar la mejor parte tanto de la educación en general como de la comunicación masiva tomando como base los postulados y propuestas teóricas de la pedagogía crítica y la comunicación alternativa: la Educación Ambiental tiene todo para erigirse en esa herramienta de análisis crítico de la realidad social, de liberación de relaciones de dominación que afectan negativamente no sólo a los propios seres humanos, sino también a la naturaleza; de búsqueda de un futuro mejor[18] y más justo para todos; de construcción de sociedades sustentables y respetuosas del medio ambiente.
                Ciertamente, el modelo neoliberal ha arrastrado en su crisis a muchas actividades humanas fundamentales, entre ellas la educación y la comunicación masiva. Pero no todo está perdido, por supuesto y abusando del lugar común. Confiamos y creemos que la Educación Ambiental, esa que busca mejorar las relaciones entre los seres humanos y su medio ambiente y entre ellos mismos, esa que cree en el ser humano como la especie que puede remediar la crisis ambiental global que, en parte, provocó por intereses económicos y de poder de unos cuantos, esa que propone modelos de desarrollo alternos como la sustentabilidad, puede ser la esperanza de un planeta cansado y dolido. Y, a pesar de que parezca imposible, los medios de comunicación masiva pueden representar una herramienta para que la Educación Ambiental, tanto formal como informal, tanto en la escuela (a todos los niveles) como en otros espacios (como los propios medios) alcance esos cometidos. En otras y pocas palabras: Resistencia y Esperanza.


Referencias
Carriego, C. (2005), Mejorar la escuela, México, F.C.E.
Lara, D. (2011), “La comunicación, el medio ambiente… ¿y el desarrollo?”, en Revista Electrónica Pálido Punto de Luz, http://palido.deluz.mx/articulos/382, agosto.
Fullat, Octavi (1999),  La peregrinación del mal o La educación como violencia fértil, México, Aladas Palabras.
Freire, P. (1990), “El acto de estudiar”, en La naturaleza política de la educación, cultura, poder y liberación, y “Capítulo II”, en La pedagogía del oprimido, México, Siglo XXI, en UPN (1995), Corrientes Pedagógicas Contemporáneas, Antología, México.
McLaren, P. (1994), “El surgimiento de la pedagogía crítica”, en La vida en las escuelas. Una introducción a la pedagogía en los fundamentos de la educación, México, Siglo XXI, en UPN (1995), Corrientes Pedagógicas Contemporáneas, Antología, México.
Meixueiro, A., Ramírez, T. y  Ruiz, J. (2009), Resistencia y Esperanza. Educación Ambiental en la formación docente en México, México, UPN 095.
Morin, E. (1999), Los siete saberes necesarios para la educación el futuro, UNESCO. Disponible en Internet.
Ornelas, C. (2011), El sistema educativo mexicano, México, F.C.E.
Palacios, J. (2007), La cuestión escolar, México, Ediciones Coyoacán.
Pansza, M., et. Al. (2011), Fundamentación de la didáctica, México, Gernika.
Puigróss, A. (1990), Imaginación y crisis en los sistemas educativos en América Latina, México, Conaculta/Alianza Editorial.
Ramírez, R. T. (2000), Educación Ambiental. Aproximaciones y reintegros, México, Sociedad Cooperativa Taller Abierto.
Simpson Grinberg, M. (Comp.) (1981), Comunicación alternativa y cambio social, México, UNAM.
Thompson, J. B. (2000), Ideología y cultura moderna, México, UAM Xochimilco.



[1] Lara, D. (2011), “La comunicación, el medio ambiente… ¿y el desarrollo?”, en Revista Electrónica Pálido Punto de Luz, http://palido.deluz.mx/articulos/382, agosto.
[2] Para una documentación más extensa y completa sobre la problemática histórica y actual de la educación oficial en nuestro país, cfr. Ornelas, C. (2011), El sistema educativo mexicano, México, F.C.E.
[3] El acto educativo y la educación en general, pueden incluso ser considerados como actos violentos. Este aspecto es profusamente analizado por Octavi Fullat en su libro La peregrinación del mal o La educación como violencia fértil, México, Aladas Palabras, 1999. En especial, recomendamos el capítulo 3: “Animal symbolicum”, donde se profundiza sobre los símbolos, al fin y al cabo signos comunicativos.
[4] Citado en Palacios, J. (2007), La cuestión escolar, México, Ediciones Coyoacán, p. 538.
[5] Al escribir esta parte, recuerdo que durante mi estancia en un colegio particular católico de nivel secundaria, a dos compañeros “latosos” los castigaron poniéndolos de rodillas, en medio del patio y con el sol cayendo a plomo, sosteniendo un portafolio lleno de útiles escolares en la palma de cada mano.
[6] Cfr. McLaren, P. (1994), “El surgimiento de la pedagogía crítica”, en La vida en las escuelas. Una introducción a la pedagogía en los fundamentos de la educación, México, Siglo XXI, citado en UPN (1995), Corrientes Pedagógicas Contemporáneas, Antología, México, p. 77. Nótese, particularmente, la aparición de la palabra “competencia”.
[7] En este ensayo, entenderemos Ideología y lo ideológico desde la concepción crítica del sociólogo John B.  Thompson quien, basado en la tradición de pensamiento marxista, la define básicamente como información al servicio del poder: “Estudiar la ideología es estudiar las maneras en que el significado sirve para establecer y sostener las relaciones de dominación” (2000: 61). Asimismo, recomendamos revisar el texto “Sociedad-educación-didáctica” de Margarita Pansza, en donde también se reflexiona sobre el papel de la escuela como aparato ideológico y transmisor de contenidos. Pansza, et. Al., 2011: 48.
[8] Aunque  la obra está más enfocada en la gestión escolar, el título del libro de Cristina Carriego no podría ser más adecuado (al menos en intenciones) ante este panorama: Mejorar la escuela (México, F.C.E., 2005).
[9] Ibid., p. 89.
[10] Freire, P. (1990), “El acto de estudiar”, en La naturaleza política de la educación, cultura, poder y liberación, citado en UPN, Op. Cit.
[11] Cfr. Simpson Grinberg, M. (Comp.) (1981), Comunicación alternativa y cambio social, México, UNAM.
[12] Freire, P. (1990), “Capítulo II”, en La pedagogía del oprimido, citado en UPN, Op. Cit., pp. 98 y ss.
[13] Simpson Grinberg, M., Op. Cit., pp. 109-129.
[14] Al respecto, es muy recomendable el libro Imaginación y crisis en los sistemas educativos en América Latina, de Adriana Puigróss, México, Conaculta/Alianza Editorial, 1990.
[15] Freire, Op. Cit., p. 102.
[16] Ibidem, p. 104. Las cursivas aparecen así en el original.
[17] Ramírez, R. T. (2000), Educación Ambiental. Aproximaciones y reintegros, México, Sociedad Cooperativa Taller Abierto, p. 61.
[18] Para Edgar Morin, la educación jugará un papel preponderante en la sociedad del futuro, y para ello propone siete saberes que la educación deberá explorar en los años venideros (Morin, 1999).

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