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miércoles, 30 de julio de 2014

La ciudad de México según Rubén Bonifaz Nuño

Por Daniel Lara Sánchez

Rubén Bonifaz Nuño fue un gran poeta veracruzano, nacido en Córdoba en 1923 y fallecido en la Ciudad de México apenas el año pasado, 2013. Murió en la capital del país, a la que también cantó en sus poemas. Uno de ellos, escrito a mediados del siglo XX, relata cómo era el ambiente de esta metrópolis de manera clara y nítida. Lo reproducimos a continuación:

En muy pocos años ha crecido 
mi ciudad. Se estria con violencia
rumbo a todos lados; derriba, ocupa,
se acomoda en todos los vacíos,
levanta metálicos esqueletos
que, cada vez más, ocultan el aire, 
y despierta calles y aparadores,
se llena de largos automóviles sonoros 
y de limosneros de todas clases.

Es claro que tiene también escuelas
que enseñan inglés obligatorio,
y universidades en que los jóvenes se visten de títeres, y platican,
mansamente agónicos y cansados,
de enzones y tacles y flombeos.

Y lentos camiones donde los indios
juntan el sudor y la miseria
de todos los días, se apretujan,
y llegan a barrios que se deshacen
de viejos, y tiemblan y trabajan.

Y también hay bellos nadadores
y ciclistas plácidos,
iglesias, rincones para turistas,
y torres de vidrio y sótanos líquidos
y estufas y mugre y gasolina y asfalto,
y un sol que calienta y acongoja
más de tres millones de almas enfermas.


Llama la atención cómo, por medio del lenguaje poético que Bonifaz manejaba a la perfección, la vida en la ciudad se realiza de manera precisa y real. Un monstruo creciente que, ya desde entonces, agobiaba a sus habitantes con sus problemas sofocantes: la contaminación, la pobreza, la desigualdad, la hipocresía e indiferencia de sus jóvenes... un ambiente urbano que ahora, a más de medio siglo de distancia, no ha cambiado en esencia.
   ¿Qué diría hoy Bonifaz Nuño si viviera y reescribiera el poema? ¿Hablaría de las pistas de hielo en el Zócalo, de las playas de Marcelo (ahora de Mancera), del injusto y mal planeado Hoy no circula, de las interminables obras, de los segundos pisos que benefician a los automvilistas con poder económico, del Metrobús y del pésimo, en general, transporte de la ciudad? La ciudad de México no ha cambiado mucho. Lo cierto es que, hoy en día, con la zona metropolitana cada vez más amplia y problemática, somos mucho más de tres millones de almas enfermas.

Referencia: Bonifaz Nuño para jóvenes, selección y prólogo de Sandro Cohen, México, CONACULTA, 1989, p.- 51.

viernes, 18 de julio de 2014

Víctor Toledo: las múltiples dimensiones de la crisis planetaria

Por Daniel Lara Sánchez



Toledo, V. (2003), “Modernidad y Ecología: las múltiples dimensiones de la crisis planetaria”, en Boada y Toledo, El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, México, F.C.E, pp. 113-136.

Si quisiéramos resumir este excelente texto de Toledo en una frase, ésta sería “Construcción de una propuesta de Desarrollo Sustentable”. En este artículo, el autor caracteriza de manera puntual a la crisis del modelo civilizatorio que impera en la posmodernidad para, con base en ello, proponer una especie de utopía basada en la frase “El planeta, nuestro cuerpo”, la cual a su vez nace de la simbiosis entre el Naturalismo humanista y el Humanismo natural.
                Por medio de una estructura que va de lo general a lo particular, Toledo inicia clarificando el concepto de civilización, clave en el desarrollo del texto. Asimismo, describe cómo la globalización ha determinado las formas en que la convivencia humana se ha modificado a través de cuatro factores: el transporte, las comunicaciones, la economía y el crecimiento poblacional.  Con estos conceptos como base, al autor comenta que, a partir de la crisis global actual (que no sólo es ecológica, sino de civilización), se está gestando una nueva conciencia de especie (algo que ya adelantaba/proponía Edgar Morin en su texto “La agonía planetaria”) que podría desembocar en el desarrollo de un nuevo modelo civilizatorio basado en la sustentabilidad. Ésta es la propuesta central del texto y Toledo la concibe a partir de varios ejes.
                Los ejes/fundamentos/cimientos que sustentan la propuesta de Toledo son: a) Pasar del despotismo urbano industrial al “subversivo encanto de la autosuficiencia”, es decir, dejar de lado el modelo hegemónico que se opone a cualquier forma de diversidad, especialmente en lo relativo al uso de energía; b) Rechazar la economía de mercado, evaluando todas las consecuencias ecológicas que ésta ha traído, y adoptar un nuevo modelo de economía ecológica; c) Llevar a cabo una revolución ecológico-agraria diseñando un nuevo modelo de desarrollo rural basado en la relación armónica del ser humano con la naturaleza y no en la explotación de la segunda por el primero; d) Construir ciudades ecológicas en las que el ciudadano no esté alejado de la naturaleza y no vea a ésta como un espacio de recreación sino de producción, para dejar de ser un “consumidor improductivo” (p. 129).
                Toledo se da tiempo y espacio para criticar, con fundamentos, a los políticos y gobernantes que intentan “resolver” la crisis civilizatoria con medidas coyunturales (en palabras más coloquiales diríamos “parches”), desfasadas de la sustentabilidad, con lo que se ha provocado una virtualización de la democracia y una desnaturalización de la sociedad.
                El artículo termina con una reflexión sobre los dos escenarios futuros en los que puede verse inmersa la humanidad: el sostenimiento del modelo neoliberal que ya no da para más o el desarrollo sustentable. A diferencia del texto de Morin ya mencionado arriba, en el de Toledo encontramos las mismas preocupaciones, pero con propuestas concretas y estructuradas (aunque ambos son excelentes).

jueves, 17 de julio de 2014

El carácter civilizatorio de la crisis ambiental o de un día en la vida de un profesor en crisis

Por Daniel Lara Sánchez




Introducción
En el presente texto, se reflexiona acerca de la crisis ambiental que se vive en la sociedad occidental y se intentará demostrar que tal crisis tiene sus raíces en el modelo civilizatorio que se ha impuesto en los últimos años. Además del formato de ensayo, propio de los textos argumentativos, haré uso de la narrativa por medio de una crónica (que se muestra en cursivas) para usarla como pretexto/detonador de la parte reflexiva.

Al sonar las cinco de la mañana… (o de la lucha diaria por la chuleta)
El celular LG, programado la noche anterior para sonar a las cinco en punto, no falla a la cita. Comienza a tocar la canción Good morning, good morning de los Beatles, una de las pocas que Benjamín guarda en el aparato, la cual bajó de internet y que le pareció adecuada para usarla como alarma. Mientras despierta bien (se desmodorra, dirían las abuelas), Benjamín alcanza a pensar que, por un lado, es quizá un anticuado por escuchar música beatle, pero que por otro, es muy moderno porque ya no usa aquellos viejos despertadores de cuerda como los que tenían sus abuelos, o los radio-reloj-despertadores eléctricos que utilizaban sus padres. Pero no hay tiempo de regresar al pasado: hay que prepararse para salir corriendo al trabajo.
La aldea global llegó. Lo que diversos intelectuales, comunicólogos y futurólogos anticipaban desde los años 70 y 80 del siglo pasado, se hizo realidad. Pero las cosas no son exactamente como ellos las anunciaron. La globalización trajo consigo formas de vida que, a pesar de su aparente bondad y “progreso”, resultaron en dificultades económicas, personales y hasta existenciales, especialmente para aquellos que no han resultado tan beneficiados por este modelo.
                Y no es que en sí misma la globalización sea “mala” (habrá que definir ese término) o perjudicial, sino que el modelo de “civilización” que dialécticamente ha construido y del que ha surgido, ha resultado poco igualitario y depredador de la naturaleza. Es decir, ha provocado una crisis con resultados que aún no logramos entender del todo.
                La palabra “crisis” se define, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, como (entre otras concepciones que por el momento no son útiles para este ensayo): “Mutación importante en el desarrollo de otros procesos (sic), ya de orden físico, ya históricos o espirituales” y también como “situación dificultosa o complicada”. [1]
                Como podemos ver, la RAE no es muy precisa en el significado de “crisis”, por lo que menos lo será en el de “crisis civilizatoria”. Sin embargo, sí podemos retomar la segunda definición y afirmar que, efectivamente, la crisis que experimentamos es una situación complicada. El modelo civilizatorio en el que vivimos ha mutado nuestras formas de existencia desde la propia vida cotidiana. No es nuevo que las personas tengan que levantarse temprano para ir a trabajar, pero, como el personaje de nuestra crónica, hay detalles significativos que han cambiado y provocado nuevas rutinas, nuevos rituales, nuevas reflexiones existenciales.

Caracterización de la crisis civilizatoria (aunque se oiga cacofónico)
Después de bañarse y arreglarse, Benjamín desayuna mientras ve las noticias por televisión; como siempre, información inspiradora: más muertos por la guerra contra el narco; más mineros que mueren en el cumplimiento de sus trabajos mal pagados; una comunidad en Chiapas que vive de vender la resina de los pinos y que ahora está en problemas por la tala ilegal de los bosques del lugar; y después, anuncios y más anuncios de productos milagrosos, “tradiciones” mexicanas como las entiende Televisa y programas televisivos en los que se hace, al mismo tiempo, apología y burla de la miseria humana. Benjamín termina de desayunar y apaga enfadado el aparato televisivo.
En su texto “Modernidad y ecología”[2], Víctor Manuel Toledo aclara cómo la globalización fue dando pie para el desarrollo del modelo civilizatorio actual (cuyas raíces, sin embargo, anteceden a la era global), modificando especialmente cuatro áreas de la convivencia humana en el mundo occidental: el transporte, las comunicaciones, la economía y el crecimiento poblacional.
                Por falta de espacio, nos gustaría ahondar sólo en una de las áreas mencionadas por Toledo al caracterizar la crisis de la era postmoderna: las comunicaciones (pp. 116-118). Como en el caso de nuestro personaje, quienes habitamos en las grandes ciudades y sus alrededores, nos encontramos rodeados de medios de comunicación. Imágenes, palabras y sonidos inundan nuestra cotidianeidad desde que nos levantamos hasta que regresamos a la cama para dormir por la noche. La radio, la televisión, los celulares, la internet y las redes sociales nos abruman con mensajes elaborados mediante diversos lenguajes. [3]Pero, ¿qué clase de mensajes percibimos en los medios actuales?
                Es innegable que la oferta informativa que tenemos a la mano hoy día es incomparablemente mayor a la que se tenía en otras épocas de la historia. La cantidad de información que todos los días se comparte en los diversos medios de comunicación es abrumadora. No hay manera de no estar informado. Pero, ¿en realidad estamos informados?
                Nos atrevemos a afirmar que no. No porque, aunque no es nuevo que los contenidos mass mediados estén cargados de ideología[4], dentro del modelo civilizatorio actual estos medios tienen, como instituciones, más poder que nunca y, como difusores de información, defienden, casi siempre, el modo de vida que la posmodernidad ha construido (porque sus dueños son beneficiarios de tal modo de vida). De tal forma que aunque hoy los medios (especialmente la radio y la televisión) informan sobre, por ejemplo, problemas ecológicos y comunitarios de los que antes no se hablaba, nunca hay una crítica de fondo al modelo civilizatorio y casi no hay propuestas de modelos alternativos de vida, de autosuficiencia o de desarrollo sustentable.
                En cambio, en los medios de información encontramos amarillismo expresado en escenas de violencia que, aunque reales, faltan el respeto al más elemental sentido ético del comunicador; encontramos también estereotipos de “lo que debe ser” y “cómo debe ser” nuestra vida diaria, de “cómo deben ser” las relaciones sociales y cómo clasificar a las personas, encontramos sueños falsos de grandeza basados en el materialismo; por lo tanto, encontramos también una invitación constante al consumismo desmedido; encontramos patrioterismo y no patriotismo en modelos huecos de lo que debe ser el país y sus tradiciones; [5]encontramos una falsa preocupación por el medio ambiente y la degradación de la naturaleza, falsa porque nunca propone nada y se aplauden los “parches” coyunturales que los gobernantes desarrollan para “paliar” la crisis ecológica mientras los mismos siguen tomando decisiones que atentan contra la preservación armónica del medio ambiente. Sobre esto profundizaremos en el siguiente acápite.
                Tenemos, pues, medios de comunicación vendidos y aliados al poder como nunca antes[6], que poco se interesan por las necesidades reales de la mayoría de la población. Estudiosos del tema afirman, incluso, que hoy el ser humano tiene más medios de comunicación a su alcance que nunca, pero está más incomunicado que nunca.[7] 

De la crisis civilizatoria desde arriba… o del rancho a la ciudad
Después de despedirse de su esposa, Benjamín sale de la casa con paredes forradas de unicel que está pagando a plazos, aborda su auto compacto que también está pagando a plazos y sale del desarrollo habitacional en el que vive y que está ubicado a las afueras (muy a las afueras) de la Ciudad de México, en un municipio del Estado de PeñaNieto, perdón, de México, desde donde se dirige al Distrito Federal transitando por la Vía López Portillo (donde circulan muchos tráileres y donde ya tuvo dos choques con ellos). Luego toma el segundo piso del periférico (al cual, para acceder, debe pagar) y que le ahorra una hora de tiempo, que luego vuelve a perder en las obras para el nuevo segundo piso y que las autoridades le quieren vender como que será muy útil, cómodo… ¡y hasta ecológico! (a Benjamín le llama la atención el letrero que dice, en un tono imperativo: “¡Esta obra es para tu beneficio!”). Mientras se desespera en medio del tránsito intransitable y escucha en la radio cualquier cosa, Benjamín se resigna a respirar humo y escuchar bocinazos y mentadas.
El “progreso” ha tenido sus consecuencias. Esa era dorada que la industrialización le prometía al mundo civilizado (como puede verse en la excelente novela de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto) o acabó muy pronto o nunca cuajó del todo.
                Como antecedente al texto de “Modernidad y Ecología”, Víctor Manuel Toledo escribió “La cara oculta de la Luna. La perspectiva ecológica y los problemas del tercer mundo”[8], artículo en el que explora cómo la mentalidad industrial/materialista del modelo civilizatorio se refleja en un abandono (en varios sentidos) del mundo rural, al cual se le ve solamente como el sostén del mundo urbano/industrial.
                La “alegoría del pastel” que utiliza el autor (yo la cambiaría por la “alegoría del sándwich”) es más que clara: el mundo rural que tiene contacto directo por la naturaleza pero que a su vez es aplastado por el modelo industrial/urbano.
                Las ciudades en las que hoy habitamos son el reflejo de la crisis ambiental y civilizatoria. Ya no se habla de la polución o contaminación con la intensidad (o deberíamos decir “moda”) con la que se hacía en los noventa, sino que ni siquiera se piensa en que las obras que se llevan a cabo tanto en la ciudad central como en los “suburbios” (es decir, municipios conurbados) no son más que fuentes de contaminantes y, además, reforzamientos para el modelo de civilización posmoderna.
                Los municipios que antes eran rurales (como aquél donde vive el personaje de nuestra crónica) se urbanizan con la apertura indiscriminada de desarrollos habitacionales: los ejidos de convierten en casas chiquitas y unidas entre sí; las personas dejan de usar bicicleta para comprarse un auto y endeudarse; se inauguran puentes y más puentes y caminos pensados para los automovilistas, no para los peatones y ni siquiera se mejora la calidad del transporte público; las tienditas de la esquina dejan el paso a Oxxos, Sorianas y Wal-Marts; la comida en casa con la familia es sustituida por McDonald’s; los juegos de los niños en el parque se transforman en videojuegos, pues es peligroso salir a la calle: hay demasiados autos y delincuentes. Las personas deben desplazarse por horas en el tránsito vehicular para poder trabajar.
                En pocas palabras: si antes las personas pasaban del pueblo (o rancho) a la ciudad, ahora la ciudad va al pueblo o al rancho, en cumplimiento de este modelo civilizatorio que pondera el tener antes que el ser. Modelo que los gobernantes, de cualquier color (azules, tricolores, amarillos, verdes, rosas, etcétera) se empeñan en sostener, porque es lo que les conviene. Porque así viven ellos. Y, de vez en cuando, sobre todo cuando se acercan elecciones, se vuelven “ecológicos”, poniendo parches para problemas que necesitan soluciones estructurales. La falsedad descarada el capitalismo verde.

La crisis como agonía (o yo me voy a Yucatán, donde nunca pasa nada)
Por fin, después de más de dos horas de camino en los que recorrió menos de 40 kilómetros, Benjamín llega a la escuela particular en la que da clases a nivel universitario. La mayoría de los alumnos llega al campus en autos de últimos modelos. Algunos, según le han platicado al profesor, llegan desde las 7 de la mañana aunque tengan clase a las 10, para “ganar” un buen lugar de estacionamiento frente al edificio de la carrera, y así no caminar tanto a la salida. Ya en clase, mientras Benjamín intenta hacerlos aprender algo de ortografía, la mayoría de sus pupilos se entretienen con la vista y los dedos fijos en el celular (Blackberry, por supuesto) o la laptop. Nadie parece ponerle atención. Cambia la estrategia y el tema: empieza a hablarles de medio ambiente y de la necesidad de cuidarlo y convivir en armonía con la naturaleza. A nadie le interesa el tema. Benjamín explica la importancia de respetar otras formas de vida natural, como los animales. Pone el ejemplo de los abrigos de visón. Por fin, una alumna despierta del letargo del celular, se enoja y le dice al profesor que total qué, para qué es útil un animal de éstos si no es para hacer abrigos. Benjamín entra en crisis existencial (otra vez) y se rinde.
El filósofo Edgar Morin, en su excelente texto “La agonía planetaria” (1993: 75-119) nos explica cómo en el siglo XX “la economía, la demografía, el desarrollo, la ecología se han convertido en problemas que afectan, en adelante, a todas las naciones y civilizaciones” (p. 75). En otras palabras, y en complemento al análisis ya citado de Toledo, estamos ante problemas globales.
                Morin aclara que la crisis civilizatoria, a la que él llama “agonía planetaria”, tiene sus orígenes en una economía mundial aislada (que él llama “sistema auto-organizador”) y alejada de las culturas tradicionales, lo que ha llevado a una distribución desigual de recursos y a la construcción de una mentalidad de búsqueda de la comodidad y el materialismo a costa de la depredación de la naturaleza.
                Y es cierto. Y además, esto no es algo nuevo. Ya en el excelente libro de Arnold Bauer, Somos lo que compramos, se muestra cómo se fue construyendo esta mentalidad materialista desde siglos atrás, llegando a su cenit en la época postmoderna.
                Siguiendo a Morin, estos errores del mal llamado “progreso” han llevado al modelo civilizatorio a morderse la cola, como serpiente confundida. Errores que se traducen en: desprecio por culturas y formas de pensamiento y de vida ancestrales y/o alternativas, culturas que sí tenían (y tienen) un modelo de vida armónico con el medio ambiente; crecimiento urbano desmedido que ha disparado los niveles de contaminación ambiental y destruido la relación del ser humano postmoderno con la naturaleza; consumismo degradante que lleva a las personas a buscar una imagen o estatus sin importar que en ese acto de comprar, comprar y comprar se deterioren los recursos naturales; ceguera de la tecno-ciencia (Morin la llama “núcleo de la agonía planetaria”) que, en su afán por desarrollar tecnología y ciencia para mantener el modelo civilizatorio, apuesta por lo que el filósofo llama “la maquina artificial” y no por “la máquina viva”, es decir, se apuesta más por la tecnología que por la humanidad.
                Resumiendo, podemos decir que los autores revisados brevemente en este ensayo aportan dos visiones complementarias sobre la crisis civilizatoria. Una crisis que los medios, empresarios y gobernantes nos han querido vender como una crisis solamente “ecológica” porque no están dispuestos a modificar radicalmente sus formas de vida, porque son ellos quienes se benefician de este modelo civilizador. Una crisis que, sin embargo y como estos autores nos aclaran, es una crisis estructural, de toda la posmodernidad, global y que se ha metido hasta el tuétano de nuestras vidas cotidianas.
                Estos mismos autores (Toledo y Morin), aunque coinciden en muchas características de la crisis civilizatoria, difieren, hacia el final de sus textos, en cuanto a la visión a futuro. Morin es un poco más pesimista al hablar de una agonía planetaria; Toledo apunta a la necesidad de crear un nuevo modelo de autosuficiencia y desarrollo sustentable, que él mismo llama “utopía”. Pero, como también ha afirmado Eduardo Galeano, las utopías nos sirven para seguir caminando.
                Y por ello, en este ensayo, optamos por coincidir con Toledo. Y en la construcción de esa utopía, la Educación Ambiental deberá jugar un papel fundamental.

Referencias
Bauer, A. (2002), Somos lo que compramos, México, Taurus.

Boada y Toledo (2003), El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, México, F.C.E., pp. 113-136.

Correa, Yeri, “La iconosfera de Gubern”, en Revista Mexicana de Comunicación, Número 107, México, octubre-noviembre 2007.

Escolari, C. (2008), Hipermediaciones: elementos para una teoría de la comunicación digital interactiva, Madrid, Espana.

Giddens, A. (2000), Un mundo desbocado, Madrid, Taurus.

Morin, E. (1993), Tierra Patria, Barcelona, Cairos.

Thompson, J. B. (2000), Ideología y cultura moderna, México, UAM Xochimilco.

Toledo, V. (1992), “La cara oculta de la Luna. La perspectiva ecológica y los problemas del tercer mundo”, en UPN 095 (1994), Educación ambiental. Constitución de un objeto de estudio, Antología, México, UPN.


[1] http://buscon.rae.es/draeI/, consultada el 9 de mayo de 2011.
[2] En Boada y Toledo (2003), El planeta, nuestro cuerpo. La ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, México, F.C.E., pp. 113-136.
[3] Roman Gubern, estudioso de la imagen y los medios de comunicación visuales, ha afirmado que el ser humano actual interactúa mediante cuatro pantallas: la del cine, la de la televisión, la del celular y la de la computadora. Cfr. Correa, Yeri, “La iconosfera de Gubern”, en Revista Mexicana de Comunicación, Número 107, México, octubre-noviembre 2007.
[4] Entendemos ideología desde el sentido crítico del término acuñado por John B. Thompson, quien recurre a Marx para afirmar que ideología es “significado al servicio del poder”. (2000: 46).
[5] Esta situación la explica con mayor detenimiento Giddens en el capítulo “Tradición” de su libro Un mundo desbocado (Taurus).
[6] Un ejemplo de esto lo vimos el 8 de mayo de 2011: la Marcha por la Paz y la Dignidad encabezada por el poeta Javier Sicilia no tuvo cobertura informativa en los medios electrónicos. En los siguientes dos días, los mismos medios repitieron hasta el cansancio la “respuesta” a la misma Marcha del presidente Felipe Calderón.
[7] Cfr. Escolari, C. (2008), Hipermediaciones: elementos para una teoría de la comunicación digital interactiva, Madrid, Espana.
[8] En UPN 095 (1994), Educación ambiental. Constitución de un objeto de estudio, Antología, México, UPN.