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sábado, 25 de octubre de 2014

Bienes globales: Arnold Bauer



Por Daniel Lara S.

Bauer, A. (2002), “Bienes globales: Liberalismo redux”, en Somos lo que compramos. Historia de la cultura material en América Latina, México, Taurus.

La invasión de productos extranjeros a la vida cotidiana en los países latinoamericanos no es, ciertamente, característica del neoliberalismo. Ya desde la etapa de la industrialización (conocida en México como el “milagro mexicano”), los bienes “de desarrollo” como les llama Bauer, comenzaron a consumirse en nuestros países. Sin embargo, es en los últimos años cuando tal invasión comercial y, por supuesto, ideológica, ha tomado tintes incluso dramáticos, gracias al proceso de globalización que vivimos.
                Uno de los primeros rasgos característicos del consumo en nuestra era global es el polo de influencia para nuestros países latinos: si a finales del siglo XIX y principios del XX los modelos a copiar eran los europeos (principalmente Francia e Inglaterra), en nuestros días es, sin duda, la cultura estadounidense la que ha marcado los senderos de consumo que transitamos hoy en día, tal y como lo expone el autor en este capítulo. Este hecho, aunado a que los medios de comunicación transmiten sobre todo esta nueva ideología dominante (la gringa) ha originado un efecto de estandarización en el consumo.
                Bauer toma como ejemplos paradigmáticos de esta realidad a dos marcas que se han convertido en emblemas/buques insignia del consumo imperialista/hipermoderno: la coca-cola y las hamburguesas McDonald’s. Más allá del lugar común (porque esto todos lo sabemos), el autor cuenta la historia de ambas empresas pero, sobre todo, las formas en que se invistieron como paradigmas de los procesos de consumo globales y que se pueden resumir, quizá, en las siguientes palabras: productos desechables, dañinos, pero rápidos y fáciles de adquirir (alguna vez escuché que Estados Unidos sólo ha aportado cuatro cosas al mundo: La coca-cola, el beisbol, las hamburguesas y Marilyn Monroe… y sólo una fue humana). Después de esta explicación, Bauer, a manera de contrapunto, habla de las artesanías locales y su  importancia como productos nacionales que contrastan con los bienes industrializados globales. Sin embargo, la conclusión a la que llega no viene sino a fortalecer la idea del consumo chatarra global: la compra de artesanías por parte de turistas nacionales y extranjeros, es más un asunto de imagen (vernos “cultos” o acordarnos de las vacaciones) que de verdadero valor de estos objetos. Además, la relación dialéctica que se establece entre ambos tipos de bienes (artesanales y locales) que ha provocado otra lógica de consumo y que sigue favoreciendo al consumo global.
                El capítulo termina con una conclusión que resume el contenido del libro, enfatizando en el cambio dentro de los procesos de consumo y cómo, en América Latina, se pasó de la introducción de “bienes civilizadores” a los “bienes globales”. Personalmente, creo que la mayor aportación del libro entero es explicarnos, desde sus orígenes, las dinámicas de consumo en nuestro continente y que seguimos viviendo en la actualidad.