Gadotti, Moacir (2002), “Educación del futuro”, en Pedagogía de la Tierra, México, Siglo XXI; pp. 27-50.
“No se puede ser profeta en Ciencias Sociales”, nos decía allá por los años
90 el excelente profesor Ignacio Sánchez Cid (q.e.p.d.) a los alumnos de
Periodismo en la entonces ENEP Acatlán. Y tenía razón. En las Ciencias Humanas,
aventurarse a imaginar escenarios futuros es complicado y hasta riesgoso. Sin
embargo, cuando se cuenta con un bagaje teórico suficiente y una prosa acertada
y crítica, como en el caso de Moacir Gadotti, bien se puede intentar proponer
ideas para el futuro, sin por ello convertirse en un falso profeta. Por ello
mismo, el autor decide iniciar este capítulo con un epígrafe que rescata una
maravillosa cita de Paulo Freire sobre, precisamente, los profetas, en este
caso, los profetas educativos. Porque el maestro, el educador, y en especial el
educador ambiental, sí puede y debe ver a futuro.
Para lograr echar un
vistazo al futuro, es necesario anclarse en el pasado y en el presente. Gadotti
lo hace en este artículo al explicar, antes que nada, cómo y por qué el modelo
de desarrollo capitalista fue construyendo un modo de vida potencial y
realmente destructivo con el medio ambiente para, con base en ello proponer que tal
situación no debe llevarnos al inmovilismo (p.28). Con fundamento en esta base
contextual, el autor comienza a presentarnos diversas categorías teóricas para
comprender la propuesta de educación del futuro: Planetariedad,
Sustentabilidad, Virtualidad, Globalización y Transdisciplinariedad.
Con base en estas
categorías y en conceptos extraídos de diversos autores (entre los que destaca,
por supuesto, Edgar Morin), Gadotti construye la propuesta de Pedagogía de la Tierra como sustento de
la educación del futuro. Propuesta en la que conceptos como vida cotidiana,
acción comunicativa, imaginario, curiosidad, empatía y esperanza, entre otros,
dan forma a la estructura del trabajo epistémico y práctico.
Una de las partes que,
personalmente, me parecen con mayor propuesta y reflexión de todo el capítulo
es precisamente la referida a la conceptualización de un nuevo profesor,
un nuevo alumno, una nueva escuela, un nuevo sistema de enseñanza y un nuevo
currículo. La influencia freiriana es
evidente en esta sección, donde un estilo de escritura ameno y desafiante invita
al lector a imaginar tales categorías cristalizadas. Pensando más
profundamente, creo que tales categorías podrían y deberían aplicarse a la
Educación Ambiental.
El texto finaliza con
una especie de obsequio del autor a los lectores: la transcripción de la “Carta
de la Transdiciplinariedad” que complementa y enriquece la exposición de las
ideas del autor en este interesante y motivador capítulo.
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