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viernes, 27 de junio de 2014

La comunicación como ciencia y su utilidad en la Educación Ambiental



Por Daniel Lara S.

“Todos deberíamos dedicarnos sin pausa a desaprender gran parte de lo que hemos aprendido y a aprender a aprender lo que nos han enseñado”.
Ronald D. Lang
“Si me hubieran hecho objeto, sería objetivo. Como me han hecho sujeto, soy subjetivo”.
José Bergamín

Introducción
A lo largo de la historia de la disciplina social que se encarga de estudiar las diversas aristas relacionadas con los fenómenos comunicativos, se ha debatido sobre la validez científica de la misma, de tal forma que, aun hoy, es complicado afirmar (o negar) fehacientemente si la Comunicación (así, con mayúscula) es una ciencia. En el presente ensayo intentaremos responder a esta cuestión basándonos en información histórica, así como en varios textos, para después dilucidar si esta disciplina es útil, y cómo, en la Educación Ambiental.

En el principio era el verbo (y el sustantivo, el adjetivo y demás)
La historia de la Comunicación como disciplina (aún no la llamaremos ciencia) es rica e interesante. No fue sino hasta los años 20 y 30 del siglo pasado que diversos investigadores y académicos comenzaron a interesarse en categorizar y ordenar su estudio. Esos primeros intentos de analizar y entender al hecho comunicativo se enfocaron en los medios masivos de comunicación, algunos con una historia ya añeja, como los periódicos y las revistas, y otros de reciente creación (en ese entonces) como la radio. Aquellas investigaciones primigenias se centraban, sobre todo, en el estudio del lenguaje, de cómo se decían las cosas en los medios. Es decir, la Comunicación como disciplina surgió muy emparentada con la lingüística.
                Con el paso del tiempo, la incipiente disciplina comenzó a dispersar sus intereses y el objeto de estudio (que aún hoy muchos críticos a la Comunicación dicen que no existe) se hizo más complejo. Fue entonces cuando diversos investigadores (entre ellos Lazarsfled, Schramm, Lasswell, Berlo, Katz, McQuail, McCombs y otros) empezaron a analizar no sólo qué se decía en los medios de comunicación, sino, sobre todo, sus funciones y efectos. Este hecho se fortaleció con el impacto que había tenido la propaganda durante el régimen nazi y que llevó a estos estudiosos a preguntarse cómo la comunicación masiva puede influir en la psique de las personas y, por lo tanto, qué funciones sociales cumple. Surgió así una corriente llamada funcionalista, con origen principalmente en los Estados Unidos[1].
                Aparejada a esta corriente, en Europa se seguía con la tradición lingüista, sobre todo por la influencia de Ferdinand De Saussure, autor del Curso de Lingüística General. Los teóricos asociados a esta escuela de pensamiento empezaron a estudiar a los fenómenos comunicativos como sistemas con estructuras de lenguaje, y surgió así la corriente estructuralista, con representantes como Levi Strauss, Barthes y Eco.
                Estas dos teorías de la comunicación (que empezaron a ser llamadas ya de esta forma) pugnaban por considerar a la Comunicación como ciencia, y para ello, sus representantes estaban convencidos de que la mejor forma de lograrlo era guiar sus investigaciones por los principios del método científico. Para ello, era menester eliminar la subjetividad y construir el corpus de conocimiento de la naciente ciencia mediante un enfoque totalmente objetivo.
                Estos teóricos, llenos de buenas intenciones, rescataban así toda una línea de pensamiento científico que encuentra sus antecedentes en la ciencia galileana, basada en conceptos como medición y determinaciones objetivas/cuantitativas. A partir de Galileo y su oposición a las ideas aristotélicas, las ciencias fueron encaminadas, casi siempre, a medir la realidad, sin importar ni la naturaleza propia de los hechos en la realidad ni sus contextos sociohistóricos[2]. Pensadores como Bacon y Descartes seguirían por este camino y aportarían conceptos como método y experimentación, todavía fundamentales para los investigadores positivistas hoy en día.
                A su vez, esta línea de pensamiento científico encuentra sus orígenes en la paulatina transformación de la cosmovisión humana a la que dio pie el Renacimiento y que a su vez sería la génesis de la modernidad, como lo demuestra Luis Villoro en su excelente ensayo El pensamiento moderno: en esa época, el ser humano pierde el “centro” que le daba razón y sentido a su existencia y poco a poco, el pensamiento del ser humano como especie se va configurando en otra dirección, llevándolo a pensarse como un ser individualista, que se realiza a sí mismo y que, como consecuencia de ello, la naturaleza debería estar subordinada a él. Era necesario transformar el mundo, pensaba el hombre renacentista, y para ello necesitaría de dos cosas: el arte y la ciencia (Villoro: 38)[3].
                Así pues, los teóricos de las corrientes funcionalista y estructuralista de la Comunicación acuñaron un enfoque empirista/positivista para estudiar al proceso comunicativo, enfoque que puede caracterizarse de la siguiente manera: hay un esfuerzo por estudiar a la comunicación como si fuera un fenómeno natural, por lo que se imita el método de las ciencias naturales (el método científico) y se buscan leyes universales que expliquen al proceso de la comunicación independientemente de su contexto; se exige que el investigador sea neutral, “objetivo” y apartado de su objeto de estudio; se propone al empirismo como método y no se cuestiona/analiza la relación de los medios de comunicación masiva con sus contextos de producción-reproducción, en especial lo relacionado con el poder[4].
                Debido a la influencia de esta escuela de pensamiento, por mucho tiempo de habló de las “Ciencias de la Comunicación” y así se llamaba la naciente carrera en diversas universidades (esto se conservó hasta los años 80 del siglo pasado). Ese sentido de “ciencia”, sin embargo, estaba ligado a la idea de una ciencia exacta, estudiosa de fenómenos medibles y cuantificables. La pregunta que surgía era, “¿la comunicación, como hecho/fenómeno/proceso es verdaderamente cuantificable y medible?”.

La Comunicación como proceso humano
No sabemos hasta qué punto otras especies diferentes a la humana se comunican, con qué intereses y motivos y con qué resultados. Por lo tanto, el concepto de Comunicación en su sentido originario[5], sólo se aplica, hasta donde tenemos entendido, a relaciones humanas. Con base en esta idea general, nuevos teóricos e investigadores del proceso comunicativo comenzaron a cuestionar el hecho de que la Comunicación fuese entendida desde el paradigma positivista. Parecía empezar a gestarse una revolución científica, en términos de Kuhn (1986:27-30).
                Esto ha sucedido en muchas ocasiones dentro de la historia de la ciencia. Pero en el caso de las Ciencias Sociales, los cuestionamientos sobre cómo y por qué estudiarlas han sido particularmente intensos, desde la propia concepción de las mismas.
                Fue así como la posición positivista, en general, pugnaba por estudiar a las Ciencias Sociales (también llamadas humanas o del espíritu, y dentro de las cuales se ubicaría la Comunicación) según los lineamientos del Método Científico, igual que a las Ciencias Naturales, so pena de declarar entonces que las humanas no son, simple y sencillamente, ciencias, toda vez que su objeto de estudio (el ser humano) es subjetivo por naturaleza. Es decir, había que transformar en objetivo lo subjetivo.
Esta postura llevó a que, desde sus orígenes, las Ciencias Sociales se estudiaran mediante la aplicación de técnicas meramente cuantitativas y medibles (como la encuesta, por dar un ejemplo).
Como lo detallan Mardones y Ursúa (1994:21), con la Revolución Francesa como detonante y antecedente, a partir del siglo XIX las ciencias del espíritu comienzan a tomar forma y a popularizarse, y desde entonces se debatía entre los filósofos y demás miembros de las comunidades científicas, cómo deberían conceptualizarse, organizarse y aplicarse dichas ciencias.
Fue entonces cuando apareció el positivismo decimonónico como tradición de pensamiento que proponía el estudio de las ciencias humanas con base en cuatro aspectos (Mardones y Ursúa: 21-22): el monismo metodológico, el modelo o canon de las Ciencias Naturales exactas, la explicación causal o Erklären como característica de la explicación científica y el interés dominador del conocimiento positivista. Como ya se ha expuesto líneas arriba, los teóricos funcionalistas y estructuralistas de la comunicación encuentran sus bases epistemológicas en esta corriente de pensamiento.
                Tuvo que venir un cuestionamiento de esta forma de pensamiento para comenzar a estudiar a las Ciencias Sociales desde un punto de vista diferente, al que denominaremos, siguiendo a Mardones y Ursúa (22), Hermenéutico[6]. Quienes fundamentaban este nuevo paradigma (entre los que se puede nombrar a Weber, Dilthey y Droysen), se opusieron a la aplicación de los principios positivistas (importados de las ciencias exactas) al estudio de los hechos humanos, y acuñaron, en contraposición a la Erklären, la Verstehen, es decir, la comprensión antes que la explicación. Por lo tanto, según esta corriente, hay que comprender hechos particulares antes que encontrar leyes generales. Porque en la realidad humana difícilmente puede hablarse de leyes absolutas.
                A esta línea de pensamiento hermeneuta pertenece un segundo enfoque dentro del estudio de la Comunicación: investigadores que, como comentábamos líneas arriba, se opusieron a las bases positivistas de la ciencia comunicativa. Entre sus principales representantes están Althusser, McLuhan, Thompson, Hall, Postman y, más recientemente, los latinoamericanos Barbero, García Canclini, Orozco, González, Beuchot, Galindo y Fuenzalida.
                Estos teóricos, aglutinados en lo que se conoce como enfoque crítico, proponen estudiar al proceso comunicativo dentro del amplio contexto social; propusieron que el comunicólogo o investigador de la comunicación no fuera neutro, sino comprometido con el cambio social; cuestionaron el rol de la comunicación masiva en la desigualdad económica y su apoyo al poder y el papel de los medios en el reforzamiento de una ideología dominante.
                Especialmente los dos últimos postulados fueron aportación directa de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, o escuela crítica, que también dentro de la Comunicación tuvieron injerencia directa[7]. Adorno, Horkheimer y Habermas, entre otros, tuvieron entre sus principales preocupaciones, y por lo tanto investigaciones, el rol de los medios en la construcción de la ideología enajenante en ciertos sectores de la población. Discípulos suyos como Dorfman y Mattelart  intentaron demostrar la injerencia del imperialismo en Latinoamérica mediante los mensajes masivos.
                Para estos y otros importantes teóricos, la Comunicación sí es una ciencia, pero no una ciencia exacta que deba acercarse a sus objetos de estudio (o como ellos los llaman, sujetos de estudio) de una manera distante, medible y cuantificable, sino que, al ser la Comunicación una Ciencia Social, debe comprender antes de explicar los fenómenos comunicativos. Debe ayudar a interpretar a la comunicación dentro de un contexto sociohistórico específico sin buscar crear fórmulas que expliquen leyes sociales, las cuales se consideran prácticamente inexistentes desde el punto de vista hermeneuta. Para estos investigadores, la comunicación es un proceso social dialéctico y amplio, que requiere para su estudio de un enfoque crítico y necesariamente interdisciplinario. Por lo tanto, se piensa en la Comunicación como una ciencia interdisciplinaria, que se nutre y siempre se ha nutrido de otras como la Sociología, la Antropología y la Psicología.
                Entendemos, entonces, a la Comunicación como una Ciencia Social interdisciplinaria, cuyo objeto de estudio es el complejo proceso de la comunicación humana y todas las manifestaciones a que éste da lugar dentro de diferentes contextos sociohistóricos, que busca comprender, antes que explicar de manera causal, tal objeto de estudio y para ello se sirve de técnicas tanto cualitativas como cuantitativas, sin por ello perder su esencia como ciencia humana.
                Entendemos al comunicólogo como el profesional de la comunicación que busca comprender el proceso de la comunicación humana en toda su complejidad y manifestaciones desde una perspectiva interdisciplinaria y que además busca aportar con su conocimiento y práctica profesional el mejoramiento de la calidad humana a partir, y por medio de, la comunicación en sus diversas formas.

La Comunicación y la Educación Ambiental
Si retomamos los conceptos propuestos líneas arriba, entenderemos a la Comunicación como una ciencia con un fuerte sentido social, y al comunicólogo como un ser humano comprometido con la sociedad y con su propia condición humana. Es en este sentido como puede entenderse la relación de esta ciencia con la Educación Ambiental.
                La Educación Ambiental, por su naturaleza propia, combina para su estudio y praxis a las ciencias naturales (Biología, Ecología, por ejemplo) con las sociales (Psicología, Pedagogía, Sociología, Historia, por ejemplo). La Comunicación es una Ciencia Social que puede, sin ningún problema epistemológico, aportar conocimientos a la Educación Ambiental y, a su vez, ser nutrida por ésta.
                La relación entre Comunicación y Educación Ambiental empieza a estudiarse en los últimos años, especialmente en México. Desde el lado de la Comunicación, son pocos aún los comunicólogos que ven en este campo una arista más a desarrollar dentro de su profesión. Y, desde el lado de la Educación Ambiental, parece que se están desarrollando propuestas más específicas al respecto[8]. Como sea, la realidad global en que vivimos, caracterizada por una crisis ambiental que es a la vez una crisis civilizatoria, exigirá un mayor desarrollo de conceptos como Comunicación Medioambiental, Comunicación para la Sustentabilidad o Comunicación para la Educación Ambiental, conceptos que deberán ser operacionales y basados en corpus teóricos provenientes de ambas disciplinas.
                Si entendemos a la Comunicación como una Ciencia Social que aporta conocimientos diferentes al estudio del medio ambiente y con un potencial educativo importante, será más sencillo acuñar no sólo los conceptos mencionados arriba sino, sobre todo, realizar propuestas en el sentido de educar ambientalmente  a las personas por medio de procesos comunicativos.
                De esta manera y con estas bases, podremos desarrollar una línea de investigación que comprenda, interprete y explique (sólo después de comprender e interpretar) cómo las diversas formas de comunicación inciden en el ambiente. Una línea que responda a preguntas como: ¿de qué maneras los contenidos de los medios impactan en la construcción de un ambiente humano?; ¿qué relación hay entre la comunicación masiva y el ambiente?; ¿cómo diseñar contenidos ambientales para los medios de comunicación, con base en las necesidades de las audiencias?; ¿cómo hacer educación ambiental en los medios de comunicación?; ¿cómo concientizar a las personas ambientalmente a través de los medios o de la comunicación cotidiana?; ¿por qué en México no existe, prácticamente, el periodismo ambiental?; ¿cómo desarrollarlo?; ¿cómo entender y explicar la relación entre la comunicación y la educación ambiental?
            Todas estas preguntas están por responderse, y su solución dependerá de comunicólogos, educadores ambientales y sociedad en general. Pero ésta no es una tarea fácil, sino una compleja, que sólo podrá llevarse a cabo mediante la disciplina, el estudio y el rigor científicos.
Referencias
Abagnano, N. y A. Visalberghi (1964), Historia de la Pedagogía, México, F.C.E.
Berman, M., (1995), El reencantamiento del mundo, Santiago de Chile, Cuatro Vientos.
Carabraza, J., y J. C. Lozano (2009), Comunicación y Medio Ambiente, México, Instituto Tecnológico de Monterrey.
Kuhn, T. S. (1986), La estructura de las revoluciones científicas, México, F.C.E.
Lozano, J. (1996), Teoría e investigación de la comunicación de masas, México, Pearson Educación.
Mardones, J. M., y N. Ursúa (1994), Filosofía de las ciencias sociales y humana. Materiales para una fundamentación científica, México, Fontamara.
Villoro, L. (1992), El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento, México, F.C.E. 


[1] Resulta interesante notar cómo, según Luis Villoro (1992: 21), la idea de funciones en la sociedad surge desde el pensamiento renacentista. Esto nos da idea de los antecedentes epistemológicos de esta corriente de pensamiento en cuanto a la Comunicación.
[2] Para mayor referencia, cfr. Abagnano, N. y A. Visalberghi (1964), Historia de la Pedagogía, México, F.C.E., pp. 282 y ss.
[3] Esta idea de la ciencia como instrumento utilitario para el dominio de la naturaleza es criticada por Berman (1995), quien también realiza un recuento histórico reflexivo de las formas en las que el ser humano fue tomando distancia del mundo que le rodea: “De acuerdo con la ciencia moderna, mientras más atrás nos remontamos en el tiempo, más erróneas son las concepciones que tiene el hombre en el mundo” (p. 69). Es claro el sentido irónico y crítico de la frase.
[4] Cfr. Lozano, J. (1996), Teoría e investigación de la comunicación de masas, México, Pearson Educación, especialmente el capítulo 1.
[5] Del latín Communicare, literalmente, “Poner en común”.
[6] Del griego Hermes, interpretar.
[7] Sobre la importancia de la Escuela de Frankfurt en el desarrollo de las Ciencias Sociales y su oposición al positivismo y al racionalismo crítico, cfr. Mardones y Ursúa: 27-30.
[8] Cfr., por ejemplo,  Carabaza y Lozano (2009), que representa una propuesta importante en ese sentido.

miércoles, 25 de junio de 2014

Bienvenidos

"No hay pasajeros en la nave espacial Tierra: todos somos tripulantes". 
Marshall McLuhan


El mundo actual nos presenta, a todos como seres humanos, nuevos retos de vida y de batalla. Estamos viviendo una era inusual, marcada por una crisis en todos los aspectos de la vida humana: lo económico, lo social, lo afectivo, lo ambiental. Vivimos, en palabras de Giddens, en un mundo desbocado: el individualismo, el consumismo y muchos otros "ismos" amenazan no al planeta Tierra como tal, pero sí a sus tripulantes: los seres humanos y las demás especies que lo pueblan.
   Ante este triste panorama, dos actividades humanas pueden ser la clave para la construcción de una alternativa de vida, de un nuevo modelo civilizatorio más justo con el medio ambiente y entre los propios seres humanos. Nos referimos a la Educación Ambiental y a la Comunicación. Ambas implican procesos de reconstrucción de las relaciones humanas y hacia el ambiente. Ambas portan conocimientos, estrategias, esfuerzos por construir un mundo hacia la Sustentabilidad.
   En este blog, intentaremos fusionar a la Educación Ambiental con la Comunicación a partir de diversas formas de trabajo y propuestas. Nuestro mayor anhelo es que este espacio sea un recurso útil para Comunicólogos y Educadores Ambientales por igual, así como para cualquier persona que se acerque a visitarlo.
   Hemos decidido nombrarlo "Comunidad Emergente" porque la idea de Sustentabilidad implica necesariamente una visión comunitaria, y es nuestro deseo que este espacio se vaya construyendo así, de manera comunitaria, de tal manera que los comentarios, ideas y propuestas de quien se anime a acercarse, serán respetadas, tomadas en cuenta y, de ser necesario, debatidas con un ánimo respetuoso y proponente.
   La invitación para todos es construir una comunidad que pase de ser emergente a una entidad decisiva en la vida social, al menos de México, nuestro país, lastimado y explotado. Y, a partir de esa comunidad, crear y mantener propuestas, desde la Comunicación y la Educación Ambiental, para generar una vida sustentable. Es decir, una vida mucho mejor de la que hoy tenemos.