Por Daniel Lara Sánchez
No somos uno de los países más industrializados del mundo. Y somos el segundo lugar en contaminación. ¿Qué pasa? Respuestas, muchas: pésimas políticas públicas, corrupción y voracidad de empresas y particulares, inconsciencia colectiva, pero sobre todo, falta de una Educación Ambiental efectiva y de estrategias comunicativas adecuadas que permitan al grueso de la población no sólo aprender información tan poco efectiva como "las 3 R", sino, sobre todo, exigir a sus autoridades acciones reales y decisivas para enfrenta esta crisis ambiental. Una pena.
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viernes, 17 de mayo de 2019
viernes, 8 de marzo de 2019
De los cucuruchos de periódico a las bolsas de plástico
Por Daniel Lara Sánchez
Allá por los años 70 del siglo pasado, cuando era niño y acompañaba a mi mamá al tianguis que se ponía los lunes en la calle de Rafael Delgado, de la Colonia Obrera en el entonces Distrito Federal, el ritual consistía básicamente en que mi madre iba armada con una o dos bolsas "de mandado" (hechas de yute) y su monedero. Íbamos por los víveres de la semana (esto pasaba normalmente en las vacaciones, pues mi madre era maestra de primaria) y, a veces, me entretenía en el puesto de los juguetes donde vendían muñequitos de plástico (súper héroes y luchadores) mal pintados y con rebaba. Casi siempre me compraba alguno. Pero era el único plástico que llevábamos del tianguis a la casa. Porque, en esa época, las verduras y frutas (y otros comestibles) no eran empaquetados en las ahora problemáticas bolsas de plástico, sino en cucuruchos, casi siempre de periódico (y si no, de papel estraza) que luego mi madre acomodaba en su bolsa. Después de sacar las verduras y frutas de ahí para lavarlas, el periódico se guardaba para ser reutilizado después como protector de pisos cuando se pintaban las paredes de la casa o para limpiar los vidrios de las ventanas.
Y punto. Nada de bolsas plásticas que, o se acumulan sin fin dentro de otra bolsa, o se tiran o, si bien nos va, se usan para depositar basura en ellas.
Insisto: en los pequeños hábitos que cambiaron gracias a la implantación del modelo civilizatorio neoliberal, se fue fraguando nuestra desgracia ambiental.
Allá por los años 70 del siglo pasado, cuando era niño y acompañaba a mi mamá al tianguis que se ponía los lunes en la calle de Rafael Delgado, de la Colonia Obrera en el entonces Distrito Federal, el ritual consistía básicamente en que mi madre iba armada con una o dos bolsas "de mandado" (hechas de yute) y su monedero. Íbamos por los víveres de la semana (esto pasaba normalmente en las vacaciones, pues mi madre era maestra de primaria) y, a veces, me entretenía en el puesto de los juguetes donde vendían muñequitos de plástico (súper héroes y luchadores) mal pintados y con rebaba. Casi siempre me compraba alguno. Pero era el único plástico que llevábamos del tianguis a la casa. Porque, en esa época, las verduras y frutas (y otros comestibles) no eran empaquetados en las ahora problemáticas bolsas de plástico, sino en cucuruchos, casi siempre de periódico (y si no, de papel estraza) que luego mi madre acomodaba en su bolsa. Después de sacar las verduras y frutas de ahí para lavarlas, el periódico se guardaba para ser reutilizado después como protector de pisos cuando se pintaban las paredes de la casa o para limpiar los vidrios de las ventanas.
Y punto. Nada de bolsas plásticas que, o se acumulan sin fin dentro de otra bolsa, o se tiran o, si bien nos va, se usan para depositar basura en ellas.
Insisto: en los pequeños hábitos que cambiaron gracias a la implantación del modelo civilizatorio neoliberal, se fue fraguando nuestra desgracia ambiental.
jueves, 31 de enero de 2019
¿Arquitectura insustentable?
Por Daniel Lara Sánchez
Es penoso cómo, en varias instituciones de educación superior, donde se imparte la carrera de Arquitectura, a pesar de venderse y presentarse como escuelas preocupadas por el apoyo a un modelo sustentable, en la práctica no es así. Como ejemplo, estas fotografías que muestran materiales, planos y maquetas completas simplemente tiradas, olvidadas, en los pasillos y casilleros de la universidad. Desperdicio lamentable de papel, cartón y otros materiales. Desperdicio económico. Producción de desechos que podrían ser reutilizados de muchas otras formas. Si así son formados los aspirantes a arquitectos, ¿cómo queremos que más adelante se preocupen por la arquitectura sustentable?
Es penoso cómo, en varias instituciones de educación superior, donde se imparte la carrera de Arquitectura, a pesar de venderse y presentarse como escuelas preocupadas por el apoyo a un modelo sustentable, en la práctica no es así. Como ejemplo, estas fotografías que muestran materiales, planos y maquetas completas simplemente tiradas, olvidadas, en los pasillos y casilleros de la universidad. Desperdicio lamentable de papel, cartón y otros materiales. Desperdicio económico. Producción de desechos que podrían ser reutilizados de muchas otras formas. Si así son formados los aspirantes a arquitectos, ¿cómo queremos que más adelante se preocupen por la arquitectura sustentable?
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