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lunes, 15 de septiembre de 2014

¿Qué importa?

Por Daniel Lara Sánchez

"Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre:
ojos inusitados de sulfato de cobre".
No me condenes, Ramón López Velarde

¿Qué importa? ¿Qué importa el derrame de cuarenta mil litros cúbicos de sulfato de cobre en los ríos Sonora y Bacanuchi? ¿Qué importa la afectación brutal al medio ambiente? ¿Qué importa la afectación a las personas que viven cerca y a la economía de la región? ¿Qué importa la afectación a la flora y fauna del lugar? ¿Qué importa que se trate de la mayor tragedia ambiental en la historia minera del país? ¿Qué importa que la PROFEPA y la SEMARNAT levanten la voz, a través de sus titulares, y amenacen con multar de manera "ejemplar" a Grupo México y a su filial, Buena Vista del Cobre? ¿Qué importa el reclamo de la sociedad por medio de las redes sociales y de la organización social? ¿Qué importan los "manotazos" indignados del presidente Peña? ¿Qué importa si el mismo presidente ordenó la creación de una comisión que investigue la tragedia? ¿Qué importa el que a Grupo México no le importe la salud de sus trabajadores? ¿Qué importa si, incluso, llegaran a clausurar la mina, cosa que todos sabemos, no va a pasar? ¿Qué importa si ya nadie se acuerda que esa misma empresa se desentendió cuando el accidente de Pasta de Conchos en el 2006 que terminó con la vida de 65 mineros? ¿Qué importa si el dueño de esa empresa, Germán Larrea, va a competir por una concesión para una señal de televisión abierta, y probablemente gane?
     Qué importa si, sencillamente, nada va a pasar. Porque, a pesar de todo, las cosas, en el corto y mediano plazo (y seguramente, a largo) seguirán igual. Porque, en este país, todo está planeado para favorecer a los podersosos (económica, política y simbólicamente hablando). Porque, en el fondo, a pocos políticos, empresarios y medios de comunicación (por no decir a ninguno), les interesa de verdad el medio ambiente y las demás personas mientras sigan siendo beneficiados por las políticas públicas y, en general, por la estructura de todo el sistema. Porque el modelo neoliberal sigue y seguirá aumentando la fortuna de algunos a costa de la miseria en la calidad de vida de muchos y a costa de la calidad ambiental. Porque, con las famosas reformas, en especial la energética, vendrán más y peores empresas (ahora petroleras) del extranjero a llevarse nuestros recursos materiales a costa de la pobreza de las mayorías y de tragedias ambientales aun mayores y, además, con beneficios fiscales. Porque todo está plaenado para que así sea. Mientras tanto, cuando suceden desastres ambientales, muy pocos, casi nadie, habla de la importancia de la educación ambiental.
    ¡Vaya país!

martes, 9 de septiembre de 2014

Parafraseando a... John Lennon

Por Daniel Lara S.

"La muerte es lo que te pasa mientras estás ocupado sin preocuparte por el medio ambiente".

domingo, 7 de septiembre de 2014

Edgar Morin: La agonía planetaria



Morin, E. (1993), “La agonía planetaria”, en Tierra Patria, Barcelona, Kairós, pp. 75-119.

A semejanza del texto de Toledo, “Modernidad y Ecología”, en “La agonía planetaria” de Morin hay también un desencantamiento por el modelo civilizatorio en el que vivimos y una aceptación clara y directa de que existe una crisis en el mismo. Pero a diferencia del capítulo de Toledo, en éste no hay tanto una propuesta clara para contrarrestar dicha crisis, sino que, sobre todo, se caracteriza profusamente tal crisis: aquí, el lector experimenta una sensación de desesperanza ante el estilo crítico, desafiante y apodíctico de Morin.
                En esta caracterización de la crisis civilizatoria iniciada en el siglo XX, Morin clasifica las diversas partes de la misma, y en varias de ellas coincide con Toledo: en primer lugar, la economía mundial que es aislada, desequilibrada y alejada de las culturas tradicionales y su sabiduría. En pocas palabras, según el autor, tenemos una economía que ha afectado a la biosfera y a la psicoesfera, provocando daños en la naturaleza y la propia convivencia humana.
                En segundo lugar, el desajuste demográfico mundial. Y no es que Morin adopte las teorías de Malthus, sino que más bien reflexiona en el desajuste como la evidencia de una mala administración de los recursos, dado que “el crecimiento del mundo pobre, más poblado que el mundo rico, domina la disminución de éste” (p. 79). Por ello, el autor insiste en contextualizar tal crecimiento demográfico y no verlo como un fenómeno aislado de la economía, la política y la cultura. En tercer lugar, la crisis ecológica, evidente en las degradaciones ecológico-ambientales locales y globales que se agudizaron a partir de los años 80 del siglo pasado y que muestran que el modelo civilizatorio actual piensa en el desarrollo como algo separado del medio ambiente.
En cuarto lugar, la crisis del desarrollo, que en realidad engloba a los factores anteriores. La frase que Morin acuña en la página 82 es clara: “El problema del desarrollo choca de lleno con el problema cultural/civilizador y el problema ecológico”. Éste es el punto de partida que utiliza el autor para, en adelante, describir los problemas y situaciones que ha provocado esta crisis del desarrollo. Para ello, Morin hace un breve recorrido por las diversas nociones de “Patria”, concepto clave en este capítulo pues a partir de él también se explican muchas de las características de la crisis civilizatoria: el nacionalismo absurdo y la balcanización, por ejemplo.
En el resto del texto Morin realiza, de manera magistral y con un estilo de escritura que atrapa, la radiografía de la crisis civilizatoria: los errores del “progreso”, la división de los estados-nación, el desprecio por las culturas indígenas y ancestrales, el crecimiento desmedido de los monstruos urbanos, el consumismo degradante, la ceguera de la tecno-ciencia, en fin… todos los problemas cotidianos que llevan al autor a preguntarse si, más que crisis, estamos en una agonía planetaria y si tarde o temprano se construirá una conciencia global al respecto.