Bauer, A. (2002), “Bienes modernizadores: La cultura material en el
pináculo del primer liberalismo”, en Somos
lo que compramos, México, Taurus, pp. 177-219).
Al leer este capítulo del libro de Bauer, fue inevitable relacionarlo con
el texto de Agustín Cueva, El desarrollo
del capitalismo en América Latina (México, Siglo XXI). Ambos autores
(aunque Bauer lo hace con un estilo más ágil y explicando desde la cotidianeidad)
se refieren al siglo XIX (y principios del XX) en nuestro continente y cómo la
formación de una incipiente burguesía fue dando sentido a nuevas formas de
relaciones económico-sociales y, por lo tanto, de consumo. Personalmente, lo
que me pareció más interesante del capítulo, fue la manera en que podemos ir
relacionando los procesos de consumo que ahí se explican con la actualidad. Por
ejemplo:
·
Después
de los procesos independentistas, parte de la nueva clase política dominante
(los criollos primero y los grupos tanto conservadores como liberales) mira
hacia nuevas latitudes europeas: Francia, sobre todo, e Inglaterra. Esto
originó la promoción de modas importadas en diversos bienes de consumo, en las
que se notaba una preferencia por lo extranjero. En la actualidad, los procesos
de consumo son similares: sigue manifestándose una preferencia por bienes
importados (ahora le decimos malinchismo)
sobre los nacionales.
·
Inicia
la formación de una clase media incipiente, a la cual se dirigen varios de los
procesos de consumo. El famoso Manual de Carreño es una evidencia de cómo tales
sectores medios se entienden a sí mismos y muestra su anhelo de ser como la
clase alta. Actualmente, aunque ya casi no hay clase media, lo que queda de
ella sigue imitando los modelos de consumo de los grupos adinerados.
·
El
tiempo, como resultado de este modelo civilizatorio, comienza a medirse,
pesarse y pensarse en oro en nuestro continente, por lo que las actividades en
general y las de consumo en particular, se modifican en relación con esa nueva
forma de entender al tiempo. Hoy día, vivimos apresurados y esclavos del reloj.
· La
transformación de los espacios públicos y privados alteró las formas de
convivencia y produjo una urbanización cada vez más acelerada en detrimento de
la vida en el campo. Esto, hasta la fecha, sigue siendo una realidad: los
centros económicos, políticos y culturales de nuestros países se encuentran en
zonas urbanas.
·
El
vestido y la alimentación se guían por modas y no por necesidades o
practicidad. En nuestros días, y quizá más que nunca, se consume no por
necesidad verdadera, sino por estatus e imagen (palabra que se usa como nunca
antes para referirse a personalidad o carácter).
En resumen, este texto de Bauer nos
presenta un poco más de información, desde la cotidianeidad, sobre la
conformación en América Latina de eso que llamamos “modernidad”.
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