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miércoles, 3 de agosto de 2016

Los Samburu: ¿el medio ambiente sobre el ser humano?

Por Daniel Lara Sánchez




Llegará un día en que el hombre blanco, ése que viene de más allá de la tierra de arena, será capaz de retar en poder a las maravillas de la Naturaleza. Su fuerza y su inteligencia les harán ser más fuertes que cualquier animal, más rápidos que cualquier relámpago. Podrán vivir en el agua como los peces, podrán moverse rápidamente como las fieras. Podrán, también, volar por el aire como los pájaros”.
Leyenda africana

No es un secreto el afirmar que el continente africano, por siglos, ha sido escenario y víctima de colonialismo, depredación de sus recursos naturales e injusticias sociales. En el presente texto, se expone el caso de los Samburu, tribu habitante del país africano de Kenia, grupo que, paradójicamente, ha sido despojado de sus tierras en el nombre de la preservación del medio ambiente.

¿África para los africanos?
“Con su poder, dominarán el mundo entero. Todas las tierras y todas las razas que vivimos en ellas seremos sus súbditos y ellos nuestros señores. Nos dirán que somos parte de su Imperio, que no debemos rebelarnos sino cooperar con ellos porque sólo así podremos comprender la fuente de su poder, y porque sólo así ellos la compartirán con nosotros. Y colaboraremos, y construiremos su bienestar esperando ser dignos de tan altos dones: asemejarnos al hombre blanco y retar a la Naturaleza”.

Si en algún lugar del planeta el capitalismo echó y maduró sus raíces, ése fue África. Desde el siglo XIX e incluso parte del XX, todo el territorio del llamado “continente negro” fue ocupado por potencias europeas (Francia, Inglaterra, Alemania, Portugal, Bélgica, Italia y España) que depredaron los recursos naturales y humanos de África para sostener su estilo de vida, impulsado y moldeado primero por la Revolución Industrial y luego por el sistema capitalista en su esplendor.
                Y si bien durante el siglo pasado gran parte de los países africanos se independizaron formalmente de los europeos, el colonialismo tomó la forma de la globalización y el neoliberalismo, modelo de desarrollo impuesto en prácticamente todo el planeta y que ha resultado benéfico para los países potencia, pero perjudicial, económica y ambientalmente, para el resto del orbe.
                En el continente africano, el sistema neoliberal ha producido más injusticias sociales de las que ha solucionado. La realidad postcolonial en África se traduce en una estela de pobreza, desigualdades y problemas sociales (como el racismo) que impiden a los países africanos competir con equidad en los mercados internacionales, lo que resulta una paradoja, si se toma en cuenta los abundantes recursos naturales que todavía poseen. Además, casi todos los gobiernos establecidos después de la independencia de estas naciones, se han plegado al modelo neoliberal y a los intereses de países externos. Resulta contrastante, por decir lo menos, que varios dirigentes africanos han multiplicado exponencialmente sus fortunas mientras la deuda de los países que gobiernan y la pobreza en ellos también se multiplican.
                En esta situación, los medios de comunicación occidentales también han jugado un rol importante. Impera todavía en las series televisivas y las películas, sobre todo estadounidenses, la visión de un continente africano en el que el medio ambiente es sólo un paisaje con selvas, bosques o planicies con ríos y cascadas, habitado por todas las especies animales salvajes imaginables y donde sus nativos humanos, todos negros por supuesto y vestidos de manera exótica, llevan lanzas en las manos y huesos en la cabeza. De esta manera, los medios justifican una ideología dominante que establece que África sigue siendo un lugar para visitar sólo como parte de algún safari y en el que sus habitantes viven tranquilos y felices. La injusticia, la dominación, el saqueo y el neocolonialismo son, casi siempre,  ignorados o disfrazados.
                En África conviven la crisis económica casi perpetua, la inestabilidad política y los movimientos sociales armados (y por lo tanto, la violencia). Situaciones originadas en parte, como comentábamos arriba, por la herencia colonial, pero sobre todo por el saqueo de sus recursos por parte de las potencias neoliberales[1]. De esta forma, el continente africano se instala de manera dispareja en el contexto global: hablando de economía, por ejemplo, los países africanos venden sus materias primas a precios poco competitivos (cuando no son saqueados) y, por otro, casi no cuentan con inversión externa, debido a los conflictos sociales.
                Kenia, el país del que ahora hablaremos, se ubica en este contexto general de África.

Datos útiles sobre Kenia
“Y mucho tiempo después, cuentan los relatos, nos daremos cuenta de que somos nosotros mismos la fuente de su poder. De que ellos dominan porque nosotros nos dejamos dominar. De que sin nuestra colaboración, su bienestar ya no existiría. Y nos daremos cuenta, sí, pero será ya tarde. Para entonces el mundo blanco ya habrá penetrado entre nosotros y ya no habrá vuelta atrás... hasta que llegue el día en que la Tierra vuelva a dividir al hombre”.
Kenia, cuyo nombre oficial es Jamhuri ya Kenia, se ubica al este del continente africano. Tiene un área total de 580,367 kilómetros cuadrados, en los que viven más de 41 millones de habitantes. El territorio keniano se divide en la capital, Nairobi, y 7 provincias. En una de ellas se ubica la tribu de los Samburu, como más adelante se mencionará. La pobreza extrema alcanza al 50% de la población, donde la mayoría son tribus y grupos indígenas.                                                                                                                                                                                                                           
La expectativa de vida promedio de los kenianos es relativamente baja (menos de 60 años), debido a que este país es uno de los que más ha sufrido los efectos de la pandemia del SIDA: se calcula que aproximadamente un millón y medio de kenianos están infectados con VIH y un promedio de 80,000 personas mueren al año por la enfermedad.
Nos llevaría mucho espacio detallar la historia de Kenia, pero ésta no difiere mucho de la del resto de las naciones africanas: colonizado por los ingleses en el siglo XIX, logró su independencia en 1963 y a partir de entonces ha estado gobernado por regímenes dictatoriales que han comprometido su patrimonio natural y social. El dirigente más recordado, aunque no positivamente, es Daniel Arap Moi, quien gobernó Kenia durante más de 20 años con mano dura y quien desempeñó un papel fundamental en el caso que trataremos más adelante.
En torno a la calidad ambiental, Kenia también atraviesa por serios problemas. Durante décadas, el territorio keniano ha sido escenario de viajes y safaris organizados por agencias de occidente y el flujo turístico ha tenido un fuerte impacto ambiental en el país, debido a la contaminación de recursos originada por los visitantes. Además, la deforestación ilegal y la quema de carbón han ocasionado la pérdida de más de cien mil hectáreas del bosque Mau, el más importante del país, lo que ha afectado la calidad y suministro de agua. Por si fuera poco, también las especies animales son afectadas: la tremenda sequía y la deforestación, así como la caza ilegal por la búsqueda de marfil, han ocasionado la muerte de más de cien ejemplares de elefantes en los últimos tres años. De hecho, en 2011 el problema de la sequía fue declarado por el gobierno keniano como desastre natural.
    
Éste es el panorama que rodea a los Samburu, una de las tribus con más arraigo en la tierra de Kenia.

Los Samburu y su expulsión… ¿en nombre del medio ambiente?
Ese día nosotros, los africanos, volveremos a estar solos en el mundo, sin tener que rendir cuentas a nadie, sin tener que perfeccionar nada para dignificarlo. Y nuestra tierra, nuestra África, será inaccesible para el hombre blanco, quien volverá a caer rendido en el paso de la tierra de arena. Volverá a serle imposible la incursión más allá de la costa”.

La tribu Samburu ha vivido por siglos en el norte del territorio keniano. Es un grupo semi nómada que siempre se ha dedicado al pastoreo de camellos, ovejas y cabras como actividad fundamental y han conservado lo más posible sus tradiciones y costumbres, las cuales mantienen una relación armónica con la naturaleza. No abusan de los recursos naturales y sobreviven gracias al uso racional de los mismos. Un ejemplo de sustentabilidad. Pero los Samburu no sólo viven de su tierra: como muchos otros pueblos indígenas alrededor del mundo, la tierra es algo sagrado para ellos y tienen una relación ontológica con ella.
                Los Samburu habitan (o habitaban, según veremos más adelante) principalmente la zona de Laikipia, en un territorio llamado Eland Downs, cerca del Monte Kenia, que tiene una extensión aproximada de 17, 100 hectáreas. Un territorio semi árido pero rico en vida animal y vegetal.
                Sin embargo, Daniel Arap, ex presidente keniano a quien mencionamos líneas arriba, declaró que él era dueño de Eland Downs y, a finales de 2011, vendió el territorio por dos millones de dólares a dos asociaciones ambientalistas/conservacionistas estadounidenses: The Nature Conservacy y African Wildlife Foundation. Ambas instituciones, en su momento, declararon que la compra de la zona les permitiría llevar a cabo su misión, que es la conservación y el cuidado de la vida salvaje africana. Al parecer, sin embargo, la vida humana no entraba en esta misión.
                Como consecuencia de esta compra, y siguiendo los dictados de ambas organizaciones ambientalistas, en noviembre de 2011 la policía keniana desalojó violentamente a los Samburu del territorio de Eland Downs. Durante la operación, documentada por el canal 4 de la televisión del Reino Unido, se quemaron las casas de los Samburu y violentamente se les despojó de la tierra. Se registró una fuerte represión que incluyó violaciones de mujeres y maltratos a niños, así como robos de los animales y demás pertenencias de la tribu. Se habló incluso del asesinato de un anciano. El resultado fue que unas mil familias samburu emigraron a las ciudades cercanas y otras dos mil viven hacinadas en espera de una solución al caso, pues por medio de la asociación humanitaria Survival International[2], han acudido a tribunales internacionales para exigir la devolución de sus tierras.
                Después de la exhibición del documental del Canal 4 inglés y la difusión del caso por parte de la prensa internacional, las dos organizaciones conservacionistas norteamericanas no devolvieron el territorio a los Samburu, pero sí lo donaron al gobierno de Kenia, el cual, a través del Ministerio de Bosques y Vida Salvaje, lo tomó bajo su resguardo. Tampoco el gobierno restituyó la tierra a los Samburu, sino que decidió que lo mejor era la preservación de la vida salvaje y el establecimiento de un corredor turístico que se llamaría “Parque Nacional de Lakipia”.
                Ante toda esta situación, Survival International ha apelado al cumplimiento del convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, única legislación internacional que protege los derechos de los pueblos indígenas (el convenio otorga a los grupos étnicos el derecho a tomar decisiones sobre las tierras que habitan). Sin embargo, no hay manera legal de obligar a nadie a que se cumpla la legislación, pues ni Kenia, ni el Reino Unido (antiguo colonizador de la zona) ni Estados Unidos (país al que pertenecen las organizaciones ambientalistas mencionadas) han firmado el acuerdo, puesto que consideran que afecta a sus intereses.
                Las protestas internacionales, sin embargo, no han terminado. La Asociación Alemana de Turismo (DRV, por sus siglas en alemán), solicitó recientemente al gobierno de Kenia que reinstale a los Samburu en el territorio de Eland Downs. Parecía ser que los alemanes estaban preocupados por los derechos humanos de la tribu expulsada y por la protección de la zona.
                Sin embargo, la intención de la industria turística germana parecía ir en otra dirección[3]. Durante muchos años, la zona de Lakipia ha sido utilizada para viajes turísticos y safaris (de hecho, en dicha zona, durante 2010 los ahora famosos príncipes ingleses William y Kate se comprometieron). Una de las exigencias de los turistas para visitar la zona es, precisamente, “convivir” y tomarse fotos con los nativos. Si ya no hay nativos, no habrá tampoco mucho interés turístico.
      
Las agencias de viajes de varias partes del mundo están preocupadas por la situación, especialmente porque sus intereses económicos se ven afectados. No parece que les interese demasiado la expulsión misma de los Samburu. En internet[4] pueden encontrarse anuncios de safaris organizados en toda Kenia, pero especialmente en el distrito de Lakipia, en los que se ofrece un paradisiaco viaje a hermosos paisajes donde el visitante podrá convivir con la naturaleza, observar muy de cerca a diversas especies animales (cebras, rinocerontes negros y elefantes) y, por supuesto, “el safari no estaría completo” sin conocer las casas de los Samburu, hechas con barro, paja, palos y excremento de vaca.
            
                Como puede inferirse, los turistas europeos y norteamericanos (principales visitantes de la zona), pueden hospedarse en lugares de lujo como el Samburu Intrepids Club, el Samburu’s Lodge o el Elsa’s Kopie.
                         
                Hablando de calidad ambiental, no deja de ser paradójico el hecho de que, como puede verse en las fotos, estos sitios de lujo para turistas tienen abundancia de agua, mientras que los exiliados samburu que viven en las orillas de la zona mientras el caso se resuelve, deben sufrir para extraer un poco de agua potable para ellos y su ganado en los escasos pozos de la zona. Pareciera ser que, en este caso, el problema ambiental no es tanto la escasez real de un recurso (en este caso, el agua), sino cómo es distribuido.
                     
Actualmente, la situación no ha cambiado mucho. Unas dos mil familias samburu siguen esperando que las cortes internacionales fallen a su favor y puedan regresar a su tierra. Otras mil familias ya se han dado por vencidas y han emigrado a Nairobi y otras ciudades para cambiar su forma de vida y adaptarse a la dinámica urbana, con todos los impactos ambientales que ello origina. La ONG Survival sigue apelando incluso a las Naciones Unidas para buscar una pronta solución al caso en beneficio de la tribu. El gobierno keniano no da señales de interés en buscar una solución y sigue hablando de la importancia del turismo y de la preservación del medio ambiente en la zona. Globalmente, el caso es poco conocido, dado que los medios de comunicación internacionales le dan dado poca difusión. La información al respecto fluye a cuentagotas y se sabe solamente por internet. La televisión, los periódicos y demás medios tradicionales no parecen muy interesados en difundir el caso. En México, por ejemplo, ni siquiera ha habido una mención, aunque los noticiarios televisivos ocupan bastante tiempo en información de espectáculos o en retransmitir videos “graciosos” tomados de Youtube. Ningún medio en todo el globo ha retransmitido el documental realizado por el canal 4 del Reino Unido. Este caso parece mostrar que la globalización no es para todos.

Reflexión/discusión
“Y nosotros, los hombres negros, tendremos que volver a hablar entre nosotros como si el hombre blanco no existiera, dejando a un lado las diferencias que ellos quisieron ver en nosotros, y decidiendo, por vez primera en siglos, hacia dónde llevar esta barcaza que se llama África”.

El caso de la expulsión de la tribu Samburu de sus tierras, acontecido a finales de 2011 en Kenia, es, como cualquier otro hecho social, un fenómeno complejo y, por lo tanto, se le puede interpretar, analizar y entender desde varios puntos de vista. Para nosotros, el caso reviste especial importancia en dos de sus dimensiones: la ambiental y la comunicacional. En la primera, nos cuestionamos si el concepto de calidad ambiental puede entenderse, o incluso tener sentido, si el cuidado o preservación del medio ambiente no toma en cuenta al ser humano; en la segunda, el rol de los medios de comunicación, dentro de un contexto globalizado, en la difusión y análisis de un caso que tiene que ver con la violación de los derechos humanos más elementales. En ese sentido, proponemos la siguiente serie de preguntas que pueden guiar una reflexión y discusión más amplia del caso:
  1. ¿A las organizaciones ambientalistas estadounidenses en verdad les interesaba el cuidado del medio ambiente? ¿Con qué propósitos?
  2. ¿Se puede proteger el medio ambiente aunque se pase sobre los derechos de comunidades enteras?
  3. ¿El medio ambiente es más importante que el ser humano?
  4. ¿Existe la posibilidad de que el gobierno keniano desde el inicio del caso haya tenido la intención de expulsar a los Samburu para adueñarse del territorio y utilizó como prestanombres al ex dictador Arap Moi?
  5. ¿A las industrias turísticas internacionales les interesa la calidad de vida de los Samburu y la protección de la zona de Lakipia?
  6. ¿A quién (es) se beneficia con estas decisiones en perjuicio de los Samburu?
  7. ¿Es este caso una muestra más del modelo de desarrollo neoliberal y consumista global?
  8. ¿Se puede hablar de calidad ambiental en este caso? ¿Para quién?
  9. ¿Cómo podemos calificar el rol desempeñado por los medios de comunicación internacionales en relación con este caso?
  10. ¿Qué tiene que ver todo esto con la educación ambiental?

                              

Posibles alternativas
Cuando se desarrolla un estudio de caso, es muy difícil, si no  imposible, hablar de una solución única. La complejidad de los hechos sociales impide el reduccionismo de encerrar al caso en una dirección y con una solución sencilla. El caso de la tribu Samburu no es la excepción.
                Sin embargo, podemos aventurar algunas posibles alternativas de solución al caso, desde nuestra perspectiva como comunicólogos y, sobre todo, como educadores ambientales en formación.
                Para empezar, debe entenderse de manera muy clara que no se puede hablar de cuidado, respeto o conservación del medio ambiente sin la especie humana, que es finalmente la que llevará a cabo tales acciones. Es justamente el ser humano quien, en armonía no sólo con sus semejantes, sino también con otras especies, puede disfrutar de los recursos naturales sin abusar de ellos, sin depredarlos y sin comprometer su existencia equilibrada para que generaciones posteriores también puedan hacer uso de los mismos. Entendemos esta idea como uno de los principios de la sustentabilidad. Pero cuando en nombre de la conservación del ambiente se violentan los derechos de una comunidad, sea cual sea, es imposible hablar de calidad ambiental. La Educación Ambiental no es antropocéntrica, pero sí humanista, y en ese sentido, el estudio de un caso con elementos ambientales tiene que tomar en cuenta tal orientación.
                En segundo lugar, el caso de los Samburu nos muestra otro síntoma de la aplicación de un modelo de desarrollo impuesto en casi todo el globo que ha causado más desigualdades que situaciones justas, porque su consecuencia es precisamente el desequilibrio social: el neoliberalismo. El caso de la tribu keniana, como muchos otros que se presentan en todo el planeta, debe llevar a la humanidad a la búsqueda de un modelo de desarrollo diferente, más justo y que no privilegie los derechos de unos cuantos (gobiernos, empresas e incluso falsas organizaciones ambientalistas) sobre los de las comunidades humanas.
                En tercer lugar, la situación que están viviendo los Samburu demuestra cómo la globalización, en muchos de los casos, termina por dejar de lado cosmovisiones ancestrales y saberes tradicionales en la imposición de un modelo de vida occidental. La tribu Samburu, como muchos pueblos indígenas en el mundo, tienen una concepción de la vida social que vive de la naturaleza pero respetándola. Sin embargo, en nombre de una falsa protección del medio ambiente que busca perpetuar las leyes del mercado, este grupo ha sido afectado en sus derechos más elementales y, sus saberes, ignorados. La sustentabilidad o el modelo de desarrollo que se construya en adelante debe incorporar saberes tradicionales y ancestrales y cosmovisiones pertenecientes a los diversos grupos humanos que pueblan este planeta.
                Finalmente, el papel desempeñado por los medios de comunicación dentro de un contexto global, debe reconfigurarse. Casos como el de los Samburu deberían ser conocidos en todo el mundo, aprovechando los recursos actuales y la cantidad de medios de comunicación, tradicionales y nuevos, en los que puede difundirse información. Sin embargo, salvo excepciones (como varias de las fuentes y referencias de donde obtuvimos la información para desarrollar este caso), la mayoría de los medios occidentales siguen plegándose a intereses propios y relaciones de poder con los grupos y personas cuyos intereses económicos y políticos son impuestos a las mayorías y a las minorías. También, es necesario rediseñar los contenidos de los medios en la era global, para convertirlos en medios no sólo de entretenimiento fácil, que es lo que son casi todos hoy en día, sino en medios de conocimiento y reflexión. La apertura de los medios es una necesidad urgente en la construcción de un modelo civilizatorio diferente, que esperamos, sea el de la sustentabilidad.
                Estas reflexiones tienen un carácter general, pues para ofrecer alternativas específicas en el caso de los Samburu, tendríamos que estar más cercanos geográfica y contextualmente a ello. Sin embargo, sí podemos afirmar que la clave de la solución está en el respeto a las formas de vida comunitarias ancestrales y diferentes y en el reconocimiento de los derechos de cualquier grupo humano, independientemente de si sus creencias, costumbres y prácticas sean iguales o no a los del mundo occidental.

                                
                Referencias
·         Chabal, Patrick, “África en la era de la globalización”, en Neue Zürcher Zeitung, 13 de febrero de 2001  y revista Pueblos número 7, verano 2003, pp. 11-13, disponible en http://www.revistapueblos.org/spip.php?article141
·         “Kenia: se atraviesan momentos de tensión en materia ambiental”, disponible en http://www.faunatura.com/kenia-atraviesan-momentos-tension-materia-ambiental.html

·         Nichonghaile, Clar  y David Smith, “Kenya's Samburu people 'violently evicted' after US charities buy land”, en The Guardian, 14 de diciembre de 2011.

·         Adamson, Rebecca y Danielle Nierenberg, “Let Us Honor the Earth’s First Stewards”, en Daily Nation, 6 de junio de 2012.

  • Apuntes de la materia Calidad Ambiental, impartida durante el semestre febrero-junio de 2012 por los maestros Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Oswaldo Escobar Uribe en la Maestría de Educación Ambiental, UPN 095.



[1] Como ejemplo, el caso del saqueo y tráfico de diamantes en Sudáfrica o del Coltán en el Congo para la elaboración de celulares, tabletas electrónicas y otros aparatos de gran uso y popularidad en occidente.
[3] Según algunos cálculos, la industria alemana de turismo genera unos 60 billones de euros en ganancias anuales, especialmente por sus tours al territorio africano.

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