Zabala, Antoni
(1998), “Función social de la enseñanza y enfoque globalizador”, en Enfoque globalizador y pensamiento complejo.
Una respuesta para la comprensión e intervención en la realidad, Madrid,
Graó, pp. 35-70.
Cuando leí el
título del libro en el que se encuentra este capítulo de Antoni Zabala, de
inmediato vino a mi mente el nombre de Edgar Morin, por aquello del pensamiento
complejo. Y sí, hay varias ideas en las que ambos autores coinciden, aunque, en
el caso de Zabala, su apuesta y propuesta se hallan enfocadas decisivamente en
la educación. En cuanto al título del capítulo revisado, es importante notar
cómo el contexto histórico de creación del mismo (año de 1998) influye
decisivamente en él: se habla de un enfoque globalizador porque el mundo se
estaba globalizando cada vez más y la educación tendría que responder y
adecuarse a esa nueva realidad compleja.
En el texto, el lector es
llevado de la mano por Zabala por conceptos, ideas y reflexiones que ayudan
comprender la idea núcleo del mismo: “la función social de la enseñanza es la
de formar para comprender la realidad e intervenir en ella, lo cual implica
tener que enseñar para la complejidad” (p. 35). Esta concepción de la función
social de la enseñanza concuerda con los objetivos de la Educación Ambiental. Con esta idea detonadora y guía, el autor
va desglosando los temas/aspectos relacionados con ella: el capítulo inicia
reflexionando sobre cómo, en el currículo escolar formal, los contenidos no
pueden ser neutros, ni siquiera los relativos a las disciplinas
naturales/exactas, por lo que existe una ideología dominante en los procesos de
selección y construcción de materias y contenidos, situación que se conjunta
con la falta de conciencia de los profesores sobre la existencia de tal
ideología.
Así, Zabala propone que, en la
escuela, se transite de contenidos elaborados para adecuarse a las exigencias
de los sistemas educativos, dictados por los sistemas sociales imperantes
(hegemónicos, diríamos nosotros) por contenidos que atiendan a las necesidades
del alumnado, es decir, a sus contextos. Con base en esta propuesta, el autor expone,
a continuación, las dimensiones de la persona que debería atender la educación
para, de manera realmente efectiva, incidir en la sociedad y transformarla: se
refiere a la dimensión social, interpersonal, personal y profesional. Estas
dimensiones nos hablan de una realidad social compleja, por lo que, para
Zabala, los contenidos curriculares, deben responder a ello y “enseñar para la
complejidad” (p. 47), la cual se analiza desde el conocimiento cotidiano y sólo
se complementa con el conocimiento escolar. Líneas más adelante, Zabala
reflexiona sobre la interdisciplinariedad, la metadisciplinariedad y la
transdisciplinariedad en la búsqueda de contenidos adecuados a la enseñanza
sobre la realidad compleja.
El texto (que, por cierto y como
comentario al margen, presenta varias erratas en su redacción y ortografía)
finaliza con la propuesta concreta del autor sobre el enfoque globalizador y
por lo tanto holístico e integrador, en la enseñanza.
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