Por Daniel Lara S.
“Todos deberíamos dedicarnos sin pausa a desaprender
gran parte de lo que hemos aprendido y a aprender a aprender lo que nos han
enseñado”.
Ronald D. Lang
“Si me hubieran hecho objeto, sería objetivo. Como
me han hecho sujeto, soy subjetivo”.
José Bergamín
Introducción
A lo largo de
la historia de la disciplina social que se encarga de estudiar las diversas
aristas relacionadas con los fenómenos comunicativos, se ha debatido sobre la
validez científica de la misma, de tal forma que, aun hoy, es complicado
afirmar (o negar) fehacientemente si la Comunicación (así, con mayúscula) es
una ciencia. En el presente ensayo intentaremos responder a esta cuestión
basándonos en información histórica, así como en varios textos, para después dilucidar si esta disciplina es útil, y cómo,
en la Educación Ambiental.
En el principio era el verbo (y el sustantivo, el
adjetivo y demás)
La historia de
la Comunicación como disciplina (aún no la llamaremos ciencia) es rica e
interesante. No fue sino hasta los años 20 y 30 del siglo pasado que diversos
investigadores y académicos comenzaron a interesarse en categorizar y ordenar
su estudio. Esos primeros intentos de analizar y entender al hecho comunicativo
se enfocaron en los medios masivos de comunicación, algunos con una historia ya
añeja, como los periódicos y las revistas, y otros de reciente creación (en ese
entonces) como la radio. Aquellas investigaciones primigenias se centraban,
sobre todo, en el estudio del lenguaje, de cómo se decían las cosas en los
medios. Es decir, la Comunicación como disciplina surgió muy emparentada con la
lingüística.
Con el paso del tiempo, la
incipiente disciplina comenzó a dispersar sus intereses y el objeto de estudio
(que aún hoy muchos críticos a la Comunicación dicen que no existe) se hizo más
complejo. Fue entonces cuando diversos investigadores (entre ellos Lazarsfled,
Schramm, Lasswell, Berlo, Katz, McQuail, McCombs y otros) empezaron a analizar
no sólo qué se decía en los medios de comunicación, sino, sobre todo, sus
funciones y efectos. Este hecho se fortaleció con el impacto que había tenido
la propaganda durante el régimen nazi y que llevó a estos estudiosos a
preguntarse cómo la comunicación masiva puede influir en la psique de las
personas y, por lo tanto, qué funciones sociales cumple. Surgió así una
corriente llamada funcionalista, con
origen principalmente en los Estados Unidos[1].
Aparejada a esta corriente, en
Europa se seguía con la tradición lingüista, sobre todo por la influencia de
Ferdinand De Saussure, autor del Curso de
Lingüística General. Los teóricos asociados a esta escuela de pensamiento
empezaron a estudiar a los fenómenos comunicativos como sistemas con
estructuras de lenguaje, y surgió así la corriente estructuralista, con representantes como Levi Strauss, Barthes y
Eco.
Estas dos teorías de la
comunicación (que empezaron a ser llamadas ya de esta forma) pugnaban por
considerar a la Comunicación como ciencia, y para ello, sus representantes
estaban convencidos de que la mejor forma de lograrlo era guiar sus
investigaciones por los principios del método científico. Para ello, era
menester eliminar la subjetividad y construir el corpus de conocimiento de la naciente ciencia mediante un enfoque
totalmente objetivo.
Estos teóricos, llenos de buenas
intenciones, rescataban así toda una línea de pensamiento científico que
encuentra sus antecedentes en la ciencia galileana, basada en conceptos como
medición y determinaciones objetivas/cuantitativas. A partir de Galileo y su
oposición a las ideas aristotélicas, las ciencias fueron encaminadas, casi
siempre, a medir la realidad, sin importar ni la naturaleza propia de los
hechos en la realidad ni sus contextos sociohistóricos[2].
Pensadores como Bacon y Descartes seguirían por este camino y aportarían
conceptos como método y experimentación, todavía fundamentales para los
investigadores positivistas hoy en día.
A su vez, esta línea de
pensamiento científico encuentra sus orígenes en la paulatina transformación de
la cosmovisión humana a la que dio pie el Renacimiento y que a su vez sería la
génesis de la modernidad, como lo demuestra Luis Villoro en su excelente ensayo
El pensamiento moderno: en esa época,
el ser humano pierde el “centro” que le daba razón y sentido a su existencia y
poco a poco, el pensamiento del ser humano como especie se va configurando en
otra dirección, llevándolo a pensarse como un ser individualista, que se
realiza a sí mismo y que, como consecuencia de ello, la naturaleza debería
estar subordinada a él. Era necesario transformar el mundo, pensaba el hombre
renacentista, y para ello necesitaría de dos cosas: el arte y la ciencia
(Villoro: 38)[3].
Así pues, los teóricos de las
corrientes funcionalista y estructuralista de la Comunicación acuñaron un
enfoque empirista/positivista para estudiar al proceso comunicativo, enfoque
que puede caracterizarse de la siguiente manera: hay un esfuerzo por estudiar a
la comunicación como si fuera un fenómeno natural, por lo que se imita el
método de las ciencias naturales (el método científico) y se buscan leyes
universales que expliquen al proceso de la comunicación independientemente de
su contexto; se exige que el investigador sea neutral, “objetivo” y apartado de
su objeto de estudio; se propone al empirismo como método y no se
cuestiona/analiza la relación de los medios de comunicación masiva con sus
contextos de producción-reproducción, en especial lo relacionado con el poder[4].
Debido a la influencia de esta
escuela de pensamiento, por mucho tiempo de habló de las “Ciencias de la
Comunicación” y así se llamaba la naciente carrera en diversas universidades
(esto se conservó hasta los años 80 del siglo pasado). Ese sentido de
“ciencia”, sin embargo, estaba ligado a la idea de una ciencia exacta, estudiosa
de fenómenos medibles y cuantificables. La pregunta que surgía era, “¿la
comunicación, como hecho/fenómeno/proceso es verdaderamente cuantificable y
medible?”.
La Comunicación como proceso humano
No sabemos
hasta qué punto otras especies diferentes a la humana se comunican, con qué
intereses y motivos y con qué resultados. Por lo tanto, el concepto de
Comunicación en su sentido originario[5],
sólo se aplica, hasta donde tenemos entendido, a relaciones humanas. Con base
en esta idea general, nuevos teóricos e investigadores del proceso comunicativo
comenzaron a cuestionar el hecho de que la Comunicación fuese entendida desde
el paradigma positivista. Parecía empezar a gestarse una revolución científica,
en términos de Kuhn (1986:27-30).
Esto ha sucedido en muchas
ocasiones dentro de la historia de la ciencia. Pero en el caso de las Ciencias
Sociales, los cuestionamientos sobre cómo y por qué estudiarlas han sido
particularmente intensos, desde la propia concepción de las mismas.
Fue así como la posición positivista,
en general, pugnaba por estudiar a las Ciencias Sociales (también llamadas
humanas o del espíritu, y dentro de las cuales se ubicaría la Comunicación)
según los lineamientos del Método Científico, igual que a las Ciencias
Naturales, so pena de declarar entonces que las humanas no son, simple y
sencillamente, ciencias, toda vez que su objeto de estudio (el ser humano) es
subjetivo por naturaleza. Es decir, había que transformar en objetivo lo
subjetivo.
Esta postura llevó a que, desde sus orígenes, las Ciencias
Sociales se estudiaran mediante la aplicación de técnicas meramente
cuantitativas y medibles (como la encuesta, por dar un ejemplo).
Como lo detallan Mardones y Ursúa (1994:21), con la Revolución
Francesa como detonante y antecedente, a partir del siglo XIX las ciencias del
espíritu comienzan a tomar forma y a popularizarse, y desde entonces se debatía
entre los filósofos y demás miembros de las comunidades científicas, cómo
deberían conceptualizarse, organizarse y aplicarse dichas ciencias.
Fue entonces cuando apareció el positivismo decimonónico como
tradición de pensamiento que proponía el estudio de las ciencias humanas con
base en cuatro aspectos (Mardones y Ursúa: 21-22): el monismo metodológico, el
modelo o canon de las Ciencias Naturales exactas, la explicación causal o Erklären como característica de la
explicación científica y el interés dominador del conocimiento positivista.
Como ya se ha expuesto líneas arriba, los teóricos funcionalistas y
estructuralistas de la comunicación encuentran sus bases epistemológicas en
esta corriente de pensamiento.
Tuvo que venir un
cuestionamiento de esta forma de pensamiento para comenzar a estudiar a las
Ciencias Sociales desde un punto de vista diferente, al que denominaremos,
siguiendo a Mardones y Ursúa (22), Hermenéutico[6].
Quienes fundamentaban este nuevo paradigma (entre los que se puede nombrar a
Weber, Dilthey y Droysen), se opusieron a la aplicación de los principios
positivistas (importados de las ciencias exactas) al estudio de los hechos humanos,
y acuñaron, en contraposición a la Erklären,
la Verstehen, es decir, la
comprensión antes que la explicación. Por lo tanto, según esta corriente, hay
que comprender hechos particulares antes que encontrar leyes generales. Porque
en la realidad humana difícilmente puede hablarse de leyes absolutas.
A esta línea de pensamiento
hermeneuta pertenece un segundo enfoque dentro del estudio de la Comunicación:
investigadores que, como comentábamos líneas arriba, se opusieron a las bases
positivistas de la ciencia comunicativa. Entre sus principales representantes
están Althusser, McLuhan, Thompson, Hall, Postman y, más recientemente, los
latinoamericanos Barbero, García Canclini, Orozco, González, Beuchot, Galindo y
Fuenzalida.
Estos teóricos, aglutinados en
lo que se conoce como enfoque crítico, proponen estudiar al proceso
comunicativo dentro del amplio contexto social; propusieron que el comunicólogo
o investigador de la comunicación no fuera neutro, sino comprometido con el
cambio social; cuestionaron el rol de la comunicación masiva en la desigualdad
económica y su apoyo al poder y el papel de los medios en el reforzamiento de
una ideología dominante.
Especialmente los dos últimos
postulados fueron aportación directa de los teóricos de la Escuela de Frankfurt,
o escuela crítica, que también dentro de la Comunicación tuvieron injerencia
directa[7].
Adorno, Horkheimer y Habermas, entre otros, tuvieron entre sus principales
preocupaciones, y por lo tanto investigaciones, el rol de los medios en la
construcción de la ideología enajenante en ciertos sectores de la población.
Discípulos suyos como Dorfman y Mattelart intentaron demostrar la injerencia del
imperialismo en Latinoamérica mediante los mensajes masivos.
Para estos y otros importantes
teóricos, la Comunicación sí es una ciencia, pero no una ciencia exacta que
deba acercarse a sus objetos de estudio (o como ellos los llaman, sujetos de estudio) de una manera
distante, medible y cuantificable, sino que, al ser la Comunicación una Ciencia
Social, debe comprender antes de explicar los fenómenos comunicativos. Debe
ayudar a interpretar a la comunicación dentro de un contexto sociohistórico
específico sin buscar crear fórmulas que expliquen leyes sociales, las cuales
se consideran prácticamente inexistentes desde el punto de vista hermeneuta.
Para estos investigadores, la comunicación es un proceso social dialéctico y
amplio, que requiere para su estudio de un enfoque crítico y necesariamente
interdisciplinario. Por lo tanto, se piensa en la Comunicación como una ciencia
interdisciplinaria, que se nutre y siempre se ha nutrido de otras como la
Sociología, la Antropología y la Psicología.
Entendemos, entonces, a la
Comunicación como una Ciencia Social interdisciplinaria, cuyo objeto de estudio
es el complejo proceso de la comunicación humana y todas las manifestaciones a
que éste da lugar dentro de diferentes contextos sociohistóricos, que busca
comprender, antes que explicar de manera causal, tal objeto de estudio y para
ello se sirve de técnicas tanto cualitativas como cuantitativas, sin por ello
perder su esencia como ciencia humana.
Entendemos al comunicólogo como
el profesional de la comunicación que busca comprender el proceso de la
comunicación humana en toda su complejidad y manifestaciones desde una perspectiva
interdisciplinaria y que además busca aportar con su conocimiento y práctica
profesional el mejoramiento de la calidad humana a partir, y por medio de, la
comunicación en sus diversas formas.
La Comunicación y la Educación Ambiental
Si retomamos
los conceptos propuestos líneas arriba, entenderemos a la Comunicación como una
ciencia con un fuerte sentido social, y al comunicólogo como un ser humano
comprometido con la sociedad y con su propia condición humana. Es en este
sentido como puede entenderse la relación de esta ciencia con la Educación
Ambiental.
La Educación Ambiental, por su
naturaleza propia, combina para su estudio y praxis a las ciencias naturales
(Biología, Ecología, por ejemplo) con las sociales (Psicología, Pedagogía,
Sociología, Historia, por ejemplo). La Comunicación es una Ciencia Social que
puede, sin ningún problema epistemológico, aportar conocimientos a la Educación
Ambiental y, a su vez, ser nutrida por ésta.
La relación entre Comunicación y
Educación Ambiental empieza a estudiarse en los últimos años, especialmente en
México. Desde el lado de la Comunicación, son pocos aún los comunicólogos que
ven en este campo una arista más a desarrollar dentro de su profesión. Y, desde
el lado de la Educación Ambiental, parece que se están desarrollando propuestas
más específicas al respecto[8].
Como sea, la realidad global en que vivimos, caracterizada por una crisis
ambiental que es a la vez una crisis civilizatoria, exigirá un mayor desarrollo
de conceptos como Comunicación Medioambiental, Comunicación para la
Sustentabilidad o Comunicación para la Educación Ambiental, conceptos que
deberán ser operacionales y basados en corpus
teóricos provenientes de ambas disciplinas.
Si entendemos a la Comunicación
como una Ciencia Social que aporta conocimientos diferentes al estudio del
medio ambiente y con un potencial educativo importante, será más sencillo
acuñar no sólo los conceptos mencionados arriba sino, sobre todo, realizar
propuestas en el sentido de educar ambientalmente a las personas por medio de procesos
comunicativos.
De esta manera y con estas
bases, podremos desarrollar una línea de investigación que comprenda,
interprete y explique (sólo después de comprender e interpretar) cómo las
diversas formas de comunicación inciden en el ambiente. Una línea que responda
a preguntas como: ¿de qué maneras los contenidos de los medios impactan en la
construcción de un ambiente humano?; ¿qué relación hay entre la comunicación
masiva y el ambiente?; ¿cómo diseñar contenidos ambientales para los medios de
comunicación, con base en las necesidades de las audiencias?; ¿cómo hacer
educación ambiental en los medios de comunicación?; ¿cómo concientizar a las
personas ambientalmente a través de los medios o de la comunicación cotidiana?;
¿por qué en México no existe, prácticamente, el periodismo ambiental?; ¿cómo
desarrollarlo?; ¿cómo entender y explicar la relación entre la comunicación y
la educación ambiental?
Todas estas preguntas están por responderse, y su solución
dependerá de comunicólogos, educadores ambientales y sociedad en general. Pero
ésta no es una tarea fácil, sino una compleja, que sólo podrá llevarse a cabo
mediante la disciplina, el estudio y el rigor científicos.
Referencias
Abagnano, N. y
A. Visalberghi (1964), Historia de la
Pedagogía, México, F.C.E.
Berman, M.,
(1995), El reencantamiento del mundo,
Santiago de Chile, Cuatro Vientos.
Carabraza, J.,
y J. C. Lozano (2009), Comunicación y
Medio Ambiente, México, Instituto Tecnológico de Monterrey.
Kuhn, T. S.
(1986), La estructura de las revoluciones
científicas, México, F.C.E.
Lozano, J.
(1996), Teoría e investigación de la
comunicación de masas, México, Pearson Educación.
Mardones, J.
M., y N. Ursúa (1994), Filosofía de las
ciencias sociales y humana. Materiales para una fundamentación científica,
México, Fontamara.
Villoro, L. (1992),
El pensamiento moderno. Filosofía del
Renacimiento, México, F.C.E.
[1] Resulta interesante notar cómo, según Luis Villoro (1992: 21), la
idea de funciones en la sociedad surge desde el pensamiento renacentista. Esto
nos da idea de los antecedentes epistemológicos de esta corriente de
pensamiento en cuanto a la Comunicación.
[2] Para mayor referencia, cfr. Abagnano, N. y A. Visalberghi (1964),
Historia de la Pedagogía, México,
F.C.E., pp. 282 y ss.
[3] Esta idea de la ciencia como instrumento utilitario para el
dominio de la naturaleza es criticada por Berman (1995), quien también realiza
un recuento histórico reflexivo de las formas en las que el ser humano fue
tomando distancia del mundo que le rodea: “De acuerdo con la ciencia moderna,
mientras más atrás nos remontamos en el tiempo, más erróneas son las
concepciones que tiene el hombre en el mundo” (p. 69). Es claro el sentido
irónico y crítico de la frase.
[4] Cfr. Lozano, J. (1996), Teoría
e investigación de la comunicación de masas, México, Pearson Educación,
especialmente el capítulo 1.
[5] Del latín Communicare,
literalmente, “Poner en común”.
[6] Del griego Hermes,
interpretar.
[7] Sobre la importancia de la Escuela de Frankfurt en el desarrollo
de las Ciencias Sociales y su oposición al positivismo y al racionalismo
crítico, cfr. Mardones y Ursúa: 27-30.
[8] Cfr., por ejemplo,
Carabaza y Lozano (2009), que representa una propuesta importante en ese
sentido.
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