Lara, Ramón
(1997), “Informe sobre los proyectos de educación ambiental no formal”, en Revista Iberoamericana de Educación,
OEI, número 11.
El texto
revisado es un informe sobre una Reunión Técnica del Programa de la OEI
(Organización de Estados Iberoamericanos) sobre Educación Ambiental en
Iberoamérica, realizado durante marzo de 1996 en Colombia. En dicha reunión,
por lo que indica el texto, se presentaron experiencias de Educación Ambiental
procedentes de América Latina, así como de España y Portugal. En ese sentido,
este artículo tiene un carácter meramente informativo/descriptivo; sin embargo,
puede calificarse como una excelente radiografía no sólo de la reunión
mencionada (y por lo tanto de este campo en Iberoamérica), sino de cómo puede
clasificarse y orientarse la educación ambiental en el ámbito no formal, es
decir, extracurricular. Una de las primeras conclusiones a la que nos lleva la
lectura es a la reflexión de que, hasta cierto punto, las condiciones
sociopolíticas de los diversos países latinoamericanos son similares, por lo
que los síntomas de la crisis ambiental pueden coincidir en muchos casos aunque
con matices contextuales específicos. Esto lleva a pensar que la educación
ambiental no formal en la región también puede llegar a coincidir en objetivos,
visión y, en algunos casos, aplicaciones.
Me parece que una de las mayores
aportaciones de este texto a nuestro curso y nuestra formación es una
definición bastante precisa sobre la Educación Ambiental no formal: “sistema
complementario de la labor que desarrollan las instituciones educativas,
reconociéndose su importante valor como instrumento coadyuvante para los necesarios
cambios de comportamientos, actitudes y valores, que reclaman las sociedades
que estamos analizando, todas ellas afectadas por procesos de deterioro
ambiental significativos” (p. 4).
A partir de la clasificación que
Lara lleva a cabo de las experiencias presentadas a la Reunión de Colombia, el
lector va comprendiendo diversos aspectos y características de la educación
ambiental no formal: desde sus antecedentes históricos y los parteaguas
históricos que le fueron dando sentido (como la Conferencia de Río), hasta los
tipos de casos estudiados, los objetivos (también divididos en categorías), las
personas encargadas de diseñarla e implementarla, los destinatarios, los
contenidos (se proponen los conceptuales, procedimentales y actitudinales), la
metodología, la necesidad de materiales y equipos, la financiación, los
resultados y la divulgación/comunicación, así como sus nexos con la Educación
Ambiental formal. Con base en todo esto, podemos ver que la EA no formal es
creativa, incluyente, integradora e independiente.
De todos estos aspectos,
interesantes sin duda, me llamó especialmente la atención el relativo a la
divulgación y comunicación. Lara señala, con mucha razón, cómo la EA no formal
tiende, en general, a no cuidar este aspecto, por lo que poco se sabe de este
tipo de experiencias. Y señala cómo, la corrección de este aspecto, podría
ayudar a la mejora del sistema educativo y del medio ambiente.
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